Ante ellos se extendía un entramado de túneles
que emanaban de un pasillo central, como afluentes de un río. En ambas paredes
se situaban alternadas alguna que otra antorcha, que a pesar de su antigüedad
permanecían impasibles, iluminando los pasillos con sus danzarinas llamas.
Lithien confió en la posibilidad de que sobre ellas se hubiese empleado algún
hechizo que impidiese su desgaste. Su padre le relató en varias ocasiones las
historias de “Las revueltas” que narraban la sublevación de los habitantes de
Morill contra Whëinsk, un poderoso demonio bajo el que habían sido sometidos
anteriormente. Para comunicarse entre los distintos gremios [inanimados (el más
amplio, conformado todo ello por juguetes), feéricos, humanos…] construyeron una
serie de galerías subterráneas que comportaron el éxito de “Las revueltas”. Por
ello sería un derroche la utilización de antorchas corrientes y de poca
duración.
Lithien sacudió al poco la cabeza, intentado
alejar aquellos pensamientos que la distraían de su cometido, e
instantáneamente sacó de su bandolera un pergamino y lo desenrolló. La ruta
para salir de la ciudad era sencilla, trataba de seguir el pasillo central todo
recto. Pero todo ello era demasiado evidente y no tardarían en encontrarlos,
por ese motivo comprendió la causa por la que su madre le había hecho entrega
del mapa. Rápidamente planeó la ruta de escape y comenzó a caminar.
-Iremos recto durante algún tiempo,
transcurrido dicho plazo torceremos a la derecha y nos desviaremos por una
serie de túneles hasta salir de la ciudad, descartando la posibilidad de seguir
la ruta principal que es demasiado evidente, ¿entendido?
-¿¡Y mamá!? –Susurró el joven con
incredulidad– ¿¡Piensas dejarla allí para que la maten!?
-Nos reuniremos con ella más adelante. Madre
tomará otra vía de escape. – Mintió.
-Pero… –quiso replicar el muchacho, mas la
dura mirada de su hermana lo acalló.
-No hay objeciones, el plan está hecho. –dijo
ésta con frialdad. Y ambos emprendieron el camino hacia su salvación.
Pronto pudieron divisar la pequeña trampilla
que comprendía su ruta de escape. Lithien rozó en un suspiro la madera
carcomida con el paso de los años y con sus yemas presionó ligeramente la
superficie de las portezuelas, provocando un tímido chirrido que recorrió cada
rincón del túnel. Al momento le hizo una seña a su hermano, que rápidamente
cruzo la apertura seguido, posteriormente, por su hermana. Tras cerrar la
puerta la muchacha tomó una fuerte bocanada de aire y suspiró aliviada, ya solo
les quedaba huir hacia la espesura del bosque; la parte más arriesgada del plan
había sido un éxito.
-Emprendamos pues nuestro camino. –Dijo la
joven esbozando una sonrisa triunfante.
-Pero… ¿y mamá?... ¿no nos íbamos a reunir con
ella a la salida de la ciudad?... –Preguntó Jim un tanto atónito. Sin embargo,
para su sorpresa, Lithien se limitó a agachar la cabeza y morderse la lengua,
dándole a entender lo peor–. No…
-Lo siento… –Susurró la joven con la mirada
aún fija en el suelo.
-¡¡NO!! –Explotó en un alarido de impotencia
mientras rompía a llorar–. ¿¡POR QUÉ!? –Sus ojos desorbitados estaban blancos,
las lágrimas resbalaban melancólicas por sus mejillas y enjuagaban sus
parpados, ocultos tras los dedos de sus tensas manos, que se clavaban en su
piel intentando despertar de un mal sueño. Alzo su semblante, en el cual se
hallaba retratada una mueca de terror y profunda tristeza, más corrió al
encuentro de su hermana tomándola por los hombros y zarandeándola bruscamente,
mientras gritaba impotente–. ¿¡POR QUÉ LA DEJASTE!? ¿POR QUÉ ME LO OCULTASTEIS?
¡¡MONSTRUO!! ¡¡NO TIENES SENTIMIENTOS!!
-Compréndeme… era la única solución… –Le
aclaró con tristeza.
-¡No pienso dejarla sola! –Exclamó mientras se
abalanzaba sobre la portezuela por la que minutos antes habían escapado.
-¡No! –Sentenció Lithien apresándole
fuertemente el brazo, mientras el joven forcejeaba por librarse de su prisión–.
Si vas su sacrificio habrá sido en vano. Ella lo quiso así y a pesar de ello me
lamento profundamente. Juro que no habrá noche en la que mi mente no se
despierte turbada por aquella decisión tan dolorosa. Pero no soy yo quien voy a
contradecir a la persona que me ha enseñado todo lo que sabe. Puede que ahora llores su
muerte, pero las lágrimas se secarán con el paso del tiempo. No evoques esta
situación como algo malo, sino como un sentimiento de amor tan hermoso, tan
poderoso y tan profundo, que puede llegar a hacer que una persona lo de todo
por ello. Además ya he perdido a una de las personas que más quiero, perderte a
ti supondría la muerte misma. No dejaré que me quiten nada más y lucharé por
ello. –Poco a poco el brazo del muchacho fue dejando de tensarse hasta su
hermana liberarlo.
-Pero yo… –Y se dejó caer sobre el hombro de
la joven estrechándola fuertemente entre sus brazos, mientras lloraba como un
niño perdido.
-Estoy aquí… todo sigue bien… estás a salvo
conmigo… no llores más… –Le consoló dulcemente al oído.
Y ambos marcharon hacia el bosque de la mano,
en busca de caminos que seguir, puertas que abrir, senderos que olvidar… porque
ambos buscaban, buscaban para encontrar, encontrar lo perdido, lo extraviado en
el cruel juego de la vida.
Cuando aquella silueta dobló la esquina la
mujer poco a poco apagó su sonrisa. “¿Ya está?” pensó, “Entonces… ¿ya está?...
todos mis planes, toda mi vida, todo por lo que he luchado… ¿se acaba aquí?
¿Así, sin más?”. Y tras un profundo suspiro se dejó caer sobre el sillón, con
la cabeza tendida hacia atrás. “Pronto vendrán a por mí… ahora solo me queda
esperar…” caviló melancólicamente.
Y así fue, al instante un par de guardias
echaron la puerta abajo y la aprisionaron, zarandeándola de lado a lado, sin
dejar de escupir preguntas sin respuesta y lanzar al aire insultos a través de
sus lenguas viperinas. Ella por su parte no se resistió, se dejó llevar y bajó
la cabeza mientras acallaba todo lo que sabía. De repente sintió un fuerte
dolor en la nuca y todo comenzó a volverse borroso y pesado, muy pesado,
demasiado… hasta no poder ni con el peso de sus propios párpados… todo ello en
menos de un segundo…
Al despertar todo le daba vueltas. Sentía como
si todo lo sucedido hubiese sido un mal sueño y acabase de despertar de su
insomnio. Parpadeó varias veces seguidas y poco a poco comenzó a volver a la
realidad. Las figuras del paisaje se hicieron lentamente más nítidas, hasta
poder percibir la presencia de otra silueta sentada tímidamente al borde de la
cama. Vestía un atuendo blanco que pendía frágilmente de su esbelto cuello como
cataratas de polvo de estrellas; sus ojos grises rebosaban de una infinita
calma, que transmitía a todo aquel que la miraba; su cabello azabache caía
sobre sus hombros como tinta derramada; su sonrisa era… la verdad no se podía explicar.
-Por fin despertaste –le susurró dulcemente–.
Estaba realmente impaciente. Quiero ayudarte, pero necesito respuestas.
¿Estarías dispuesta a otorgármelas?
-Por supuesto –respondió Naidel, a pesar de
algo decirle que no era buena idea. Sin embargo esa silueta le resultaba tan
odiosamente inofensiva que no podía menos que dejarse llevar–. Responderé a
todas tus preguntas.
-Bien. ¿Dónde están tus hijos? Necesitamos
encontrarlos y ponerlos a salvo –enunció con una pausada sonrisa.
-No… no me acuerdo… todo me da vueltas… –dijo
la mujer un tanto mareada. Intentar recordar le dolía, aún no estaba del todo
recuperada.
-Haz un esfuerzo Naidel, por tus hijos
–sentenció la silueta un poco más tensa.
Naidel intentó concentrarse, poco a poco se
fue recuperando. Pero el esfuerzo era tal que la agotaba. Dirigió su mirada
hacia la ventana tal vez en busca de respuestas, y las encontró. Aquel paisaje…
aquella habitación… aquella mujer… Todo se iba volviendo más pulcro, más claro…
Hasta la verdad golpearle como un mazo en el corazón.
-Tú… –titubeó, mientras los ojos se le abrían
como platos.
-Y adiós al plan. Siempre estropeándolo todo
Naidel, ¿cuándo aprenderás? –Le reprendió con sorna– Por esto mismo prefiero a
la gente sin sueños ni ideales. Son más manipulables.
-¡Eres un monstruo! –Exclamó la mujer haciendo
caso omiso de sus palabras– Si por algún casual piensas que voy a darte alguna
pista sobre el paradero de mis hijos vas lista.
-Bien. Como quieras. Lo haremos a tu manera.
Hablaremos más adelante sobre el tema –respondió mientras se ponía en pie y
comenzaba a caminar hacia la salida lentamente. Mas justo antes de cerrar
susurró en una siniestra sonrisa–. Dulces sueños Naidel, dulces sueños…
El sonido del pestillo inundó cada rincón de
la sala, para dar paso a un silencio, un silencio tan muerto como el alma allí
presente.