viernes, 31 de octubre de 2014

CAPÍTULO 17º

Huellas, pasos sepultados bajo la tierra en una noche de tormenta. Pisadas que dejan sin aliento ramas y hojas caídas. Pequeños golpes que a pesar de su minucia retumban por todo el bosque haciendo enmudecer al viento. El cazador toma el arma y la presa huye impotente. La veda… ha comenzado.
-Jim… gracias… –susurra formando en su semblante una tenue sonrisa.
Él le sonríe ampliamente, pero inmediatamente se lleva un dedo hacia los labios y alza la cabeza para ampliar su campo de sonido. Con rapidez se pone en pie y tira hacia arriba de su hermana en un intento de levantarla, pero el desconcierto de ésta le impide moverse. No le queda más remedio, es inútil intentar que la joven lo ignore y su miedo disminuya. Entonces lo decide, se agacha y le susurra al oído:
-Está viniendo, nos quiere matar…
Lithien abre los ojos ampliamente mientras sus labios se separan con la intención de decir algo, al instante rectifica, sacude la cabeza y sella su boca para posteriormente dirigirle a su hermano una mirada serena. Ambos se ponen en pie y comienzan a correr hacia las entrañas del bosque.

Con delicadeza recoge del suelo un puñado de tierra, apresándolo entre sus manos y llevándoselo a la nariz mientras aspira profundamente su aroma. Se levanta bruscamente y arroja la tierra al suelo, simultáneamente compone una macabra sonrisa marcando cada una de las cicatrices plateadas de su rostro.
-Correr no hace que dejéis de ser la presa…

El corazón le late a cien, los músculos de las piernas comienzan a atrofiarse y el agua hace que se duplique el peso de sus vestimentas. Aún recuerda la mirada de su hermana y las silenciosas palabras que la acompañaban… “Confío en ti”… ahora jamás podrá cumplirlo. Por cada zancada suya el perseguidor da cinco, pronto los habrá alcanzado… Llora, llora con la impotencia de no poder huir. El cazador ha encontrado su guarida y se dispone a entrar, no hay escapatoria posible. Pero sigue corriendo… al menos lo habrá intentado…
De repente todo se para. El ruido cesa y los pasos se detienen de golpe. Hasta el tiempo parece haberse congelado, atrapándolos en un intervalo de segundo del que jamás podrán salir. Al momento frena en seco y con él su hermana. Agudiza su oído, lo tensa tanto que incluso puede sentir como los músculos de la oreja se estiran y se contraen, alerta al más leve susurro. Nada, eso es lo que se oye, nada... “¿Se habrá cansado de perseguirnos y nos habrá dejado marchar? ¿O simplemente todo ha sido producto de mi imaginación?” cavila dubitativo. Un segundo después alza la cabeza con una mirada de terror que abarca toda su pupila “¡Imposible! –Rectifica– Esta es la calma que precede a la tempestad. Es el instante en  el que todo se detiene, el cazador toma el arma en un suspiro y dispara”. Una única palabra recorre su mente en ese momento “Estúpido, estúpido, estúpido, estúpido…”. Pero para cuando decide echarse a correr ya es demasiado tarde. Una suave tela les presiona la nariz y todo comienza a volverse borroso hasta perder la consciencia… Fin de la caza…

-¡Felicidades!
Una tarta en tonos otoñales asoma junto a una mujer tras la puerta. Todos comienzan a entonar una dulce melodía, sus caras son como las de un niño que aún no ha descubierto la maldad del mundo y sonríe ingenuamente. Trece velas titilan acariciando el aire como tenues libélulas que revolotean tontamente. La musiquilla cesa y los aplausos se elevan ruidosamente. Sobre el pastel, dibujado con sirope, se encuentran escritas las palabras “TE QUEREMOS” con una pulcra caligrafía. Todos ellos se miran cómplices y extienden un regalo hacia las manos de la joven. Ella dibuja una blanca sonrisa y rasga el papel con impaciencia, una pequeña cajita adornada con un lazo emerge de su interior. El gesto se le ensancha mientras la abre lentamente, temiendo que en algún momento la magia se esfume. Pero nada ocurre. La mirada le brilla mientras agita en el aire un medallón con un dragón suspendido de él.
-Gracias… –susurra casi sin aliento al observar que es de oro puro–. Debe haberos costado mucho… No deberíais…
-Shhh… –le susurra el hombre mientras le revuelve el pelo con una mano– Lo hemos decidido nosotros y no se hable más –sonríe cálidamente–. Además, por vosotros haríamos lo que fuese.
Al oír estas palabras la joven dibuja un tímido arco en sus labios a la vez que las lágrimas afloran por sus ojos, acariciando lentamente sus sonrosadas mejillas. Todo… es… perfecto…
Al instante una llama se enciende de la nada. Todo comienza a arder, las paredes, el techo e incluso el suelo se desintegra dejando asomar a un abismo oscuro y profundo. Todo parece de papel, hasta su familia se quema, arrugándose como insignificantes muñecos de cartón que alguien ha lanzado a una hoguera. Y lo peor es que ella no puede hacer nada, está paralizada y un fuerte nudo en la garganta le impide emitir ni el más mísero sonido.
De pronto no hay nada, todo se ha desintegrado, hasta la luz parece haberse apagado sin explicación alguna. Solo queda ella, cayendo impotente por la amplia fosa, sin ni si quiera tocar tierra.

De repente algo le saca de su insomnio, abriendo los ojos ampliamente y aún asustada, vuelve a depositar su rostro sobre la almohada. “Todo ha sido un sueño… Ahora esta es la realidad…” suspira aun sin estar segura de que es mejor. Pronto se percata de que la almohada se encuentra húmeda, seguramente de sudor, piensa mientras arruga la nariz en una mueca de asco; pero no es la almohada lo único que está empapado, también sus ojos se encuentran humedecidos y empañados, como si hubiese llorado durante horas…
Absorta en sus pensamientos otea un techo azulado. Esa escena… hacía once meses de aquello, y sin embargo le parecía tan lejano… Ahora su vida había dado un vuelco completo, su familia, sus amigos, sus planes futuros… todo ello no era, en este instante, más que las cenizas de lo que antes fue algo hermoso. Cenizas a merced del viento, sin rumbo ni destino fijo. Y aquellas palabras que en su momento le habían parecido demasiado empalagosas y zalameras, aquel “Además, por vosotros haríamos lo que fuese” no dejaba de resonar en su mente como un martillo golpeando una espada incandescente. Furiosa cerró los ojos y pataleó con rabia el colchón, al igual que una niña que no ha conseguido lo que quería y se debate furiosa contra la realidad. ¿Por qué?... ¿Por qué a ella?...Todo su mundo, toda su familia… Ya no quedaba nada…
Se secó las lágrimas, se puso en pié y caminó decidida hacia los ventanales. Al instante frenó en seco, dejando aflorar sus pensamientos que ahora peleaban en su mente por conseguir espacio suficiente. Y en un ágil movimiento corrió las cortinas, permitiendo que la luz de la mañana bañase su rostro sombrío, alargó el brazo en un amago de abrir los ventanales, pero nada sucedió. Se quedó fija en el sitio, de repente alzó su semblante, tallado en un gesto inhumano e inexpresivo, y con una brusca patada rompió los cristales que titilaron en el aire una última vez, antes de estrellarse contra las baldosas. Simultáneamente se introdujo por el nuevo hueco del acristalamiento, haciendo caso omiso de las cicatrices que ahora poblaban su pierna. Una vez fuera se subió toscamente a la balaustrada del balcón, dejando ondear su melena al viento e irguiéndose lentamente. “Cuatro pisos de altura… ¿Será suficiente para acabar de una vez con tanto sufrimiento? –Caviló lentamente–. Bueno, no lo sabré si no lo pruebo –pensó con indiferencia.” Sus piernas se flexionaron lentamente y justo en el instante en el que sus músculos se iban tensando, listos para precipitarse a merced de la gravedad, algo le aprisionó la mano. Lithien giró la cabeza un tanto sorprendida, no esperaba que nadie la retuviese… Y allí estaba, al igual una leve brisa de primavera su hermano la miraba fijamente, pero aquella mirada estaba vacía, como era de esperar de algo tan ilusorio. La joven sabía perfectamente que no era real, incluso la mano que la había retenido se sentía como un viento gélido e inexistente. Pero aún así era incapaz de dejar de mirarle, y él a su vez la observaba con un impasible gesto de desaprobación. “¿Qué haces aquí? ¡Déjame en paz! Al fin y al cabo es mi decisión.” Le recriminó con dureza, pero éste solo tornó su mirada a un vago gesto de tristeza. “No me mires así. No quiero que nadie sienta lástima por mí –enunció con dureza mientras extendía los brazos en un intento de mostrarle toda la escena–. Alégrate por mí. Después de todo ahora soy libre, nadie me dice cómo y qué debo hacer, nadie me va a volver a quitar nada nunca más.” Él se limitó a trazar un arco con su mirada para evaluar la situación, tras el cual volvió a posar su mirada sobre su hermana una vez más. “No intentes que cambie de opinión –declaró arrugando los labios–. Ambos sabemos que he llegado a un punto en el que no hay salida… No hay motivo cualquiera por el que haya de quedarme aquí.” E instantáneamente viró para situarse de un nuevo de espaldas a la estancia, pero una imagen se apoderó de su mente, se trataba de su madre. El día anterior a su huída ésta le había reunido en secreto y le había dicho:
-He de comentarte algo. No hay tiempo, por lo que será breve, si no ellos sospecharían –declaró dirigiendo una mirada furtiva hacia la ventana–. Lithien, se que todo está pasando demasiado deprisa para vosotros, pero no por eso debes decaer. También para mí es duro, pero ¿qué no lo es en esta vida? –Sonrió sarcásticamente, para posteriormente estrechar a la muchacha– No quiero que por nada en este mundo descartes toda esperanza de una vida tranquila y apacible. Recuerda, tu eres libre, esto –dijo mientras señalaba el con el índice su pecho– es libre y nadie ha de hacerte pensar lo contrario. Quiero que sonrías, quiero que no pierdas esa alegría que ha mantenido en pie esta casa tanto tiempo, por favor… –y rompió a llorar–. No dejes que te quiten lo único que te queda.
Al instante pareció volver a la realidad, sacudiendo la cabeza como quien despierta de un mal sueño. Bajó la vista, la cabeza le daba vueltas y unas náuseas tremendas se apoderaron de ella. Todo se volvió lento. Sus músculos vacilaron, y después dejó de notar su movimiento. Lo único que alcanzó a observar por el rabillo del ojo fue como una figura borrosa irrumpió en la sala y se abalanzó hacia su posición. Luego todo se apagó y una única idea se trazó en sus pensamientos:

-Lo conseguí… soy libre…