Lentamente fue abriendo sus parpados, pero cuando la luz de
la mañana los rozó, éstos se cerraron bruscamente aleteando como una mariposa
que huye de ser capturada. Para cuando se decidió a abrirlos ya habían
transcurrido un par de minutos y alguien pronunciaba su nombre a la vez que la
agitaba bruscamente, al principio le pareció agradable, pero luego se convirtió
en algo molesto. Los susurros se volvieron gritos y los suaves zarandeos no
eran más que irritantes empujones. Mas de golpe se alzó de su lecho con la
palma de la mano cerrada, dispuesta a asestar un puñetazo a todo aquel que la
hubiese desvelado, sin importar el por qué. Pero nada de lo que había pensado
se ajustaba a la realidad. Allí, sentado sobre la cama, se hallaba a su lado su
hermano, el cual la miraba entre asustado y preocupado. Lithien se quedó helada
en un gesto de incredulidad que abarcaba todo su semblante y, aún con la boca
abierta, susurró:
-Vaya… Qué bonito es el cielo…
Su hermano, al comprender la situación, rompió a reír
desenfrenadamente mientras se convulsionaba sobre la cama a punto de
desfallecer a causa de la falta de aire. “Su risa es como la de un violín
–sonrío Lithien hacia sus adentros–. Hacía mucho que no la oía… Definitivamente
esto es el cielo… o algo muy parecido…” caviló la joven con una expresión
cálida reflejada en la totalidad de su rostro.
-Siempre supe que para ti era un ángel –logró gesticular el
muchacho en un amago de tranquilizarse, mientras le asestaba un suave codazo
entre risitas.
-No está bien que te burles así de una señorita –refunfuñó
Lithien arrugando los labios y propinándole una colleja.
-Discúlpeme su excelencia –se levantó de un salto y dibujó
el aire una sutil reverencia acompañada de una mirada burlona. Pero pronto
volvió a la realidad y su gesto se tornó serio e impasible, dejándose caer a su
vez sobre la cama–. ¿Por qué Lithien?... ¿Por qué?...
-Mmmm… –esta vez sí que no entendía que estaba sucediendo, y
eso la frustraba– Jim, ¿a qué te refieres?…
-¿Por qué… decidiste acabar con todo? –logró decir entre
sollozos.
-Jim… –susurró lentamente, como si aquella palabra le supusiera
un gran esfuerzo– Yo jamás quise… era demasiado para mí… –su voz se quebró, no
sabía qué hacer, estaba desesperada… Algo húmedo rozó su piel, algo que le hizo
estremecerse y alzar la cabeza para alcanzar a ver que aquello que quemaba su
piel no era sino una lágrima de su hermano–. Jim… yo…
-¡NO QUIERO QUE TE VAYAS TU TAMBIÉN! ¡QUIERO QUE TE QUEDES
AQUÍ, CONMIGO! Te necesito Lithien… ¡TE NECESITO! –gritó en un alarido
ensordecedor derrumbándose sobre su hermana. Ella nunca le había visto así, él
siempre había sonreído a pesar de todo, nunca… él nunca se había dejado ver tan
frágil…– Lithien… –susurró aferrándose con fuerza a la joven– Lithien no me
dejes… Prométeme que siempre estarás a mi lado… prométemelo…
-Te lo prometo –sentenció su hermana con firmeza, para
después devolverle el abrazo y posar un cálido beso sobre su frente–. Ahora yo
ya soy libre…
Instantáneamente la puerta se abrió golpeando fuertemente la
pared, dejando asomar bajo el dintel una singular figura. Se trataba de un joven
de, a decir verdad, unos dieciséis años de edad; Su cuerpo era delgado y
alicaído, todo él envuelto con una capa que le era demasiado grande, tal vez el
doble o triple que el muchacho. Su rostro era huraño, cualquiera a primera
vista pensaría en que aquel personaje no estaba cuerdo ni de casualidad, sus
rasgos eran en general de lo más común, pero era su pelo aparentemente
enmarañado además de desaliñado y aquella mirada esmeralda que parecía situarse
en otro mundo, tal vez incluso más interesante que el actual, lo que le hacía
parecer un lunático. Por no decir nada de su sombrero destartalado y lleno de
parches multicolores, el cual todos pensaban que habría sacado de un vertedero
porque ni su propio dueño, cargado de deudas hasta arriba, lo querría.
-Siento interrumpir una escena tan enternecedora, pero ya
has dormido suficiente, casi bates el récord de Alfred –comentó el muchacho
exhalando una potente carcajada, mientras hacía un amago de peinar su rebelde
cabellera morena–. Te habría matado por quitarle el puesto, pero alguien se le
adelantó y por fin ha conseguido dormir eternamente… hay que ver qué ironía
tiene el destino… –Finalizó encogiéndose de hombros.
-No se deben tomar en broma las muertes de otras personas…
–Gruñó Lithien apretando su puño hasta clavarse sus propias uñas.
-¿Y qué? –declaró con indiferencia el joven, preguntándose
qué habría hecho mal esta vez– Estoy
seguro de que de haber estado aquí, Alfred, se habría reído y, con una sonrisa
socarrona dibujada en sus gruesos labios, me habría respondido –carraspeó un
instante y con voz rasgada dijo–: “Jodido Espantapájaros, el día que estés bajo
tierra seré yo el que alardee de tus defectos y baile sobre tus cenizas”. Y tal
vez luego me habría dado una palmada en la espalda de la que casi se me saldría
el corazón por boca. Maldita sea, cómo echo de menos a ese manazas… –comentó
chasqueando la lengua y con un brillo de añoranza en los ojos, para
posteriormente virar hacia la muchacha– Además, el mundo ya está lleno de
personas tristes… y tu seguro que tienes una sonrisa encantadora –añadió
guiñándole un ojo con sorna.
-Imbécil… –masculló Lithien un tanto molesta.
-Vaya, vaya… eso ya me gusta más… –rió echando la cabeza
hacia atrás para dejar que los rayos de sol bañasen su rostro–. Vas aprendiendo
muchacha.
-¿Espantapájaros? –susurró Jim que no había intervenido en
toda la conversación.
-De todas las preguntas que me podías hacer y has decidido
formularme la más obvia –enunció con mirada burlona mientras estiraba sus
brazos al máximo para dejar ver su apariencia.
-Tiene razón, el maldito cerdo se parece a un
espantapájaros. Uno de esos que llevan diez años colgados y no son más que un
guiñapo trapos rotos y sucios –sonrió sarcásticamente la joven mientras le
dirigía una mirada de picardía a su oponente.
-Una descripción muy gratificante señorita –comentó mientras
se quitaba el sombrero y agachaba su cabeza, todo ello en un movimiento muy
tosco y burdo–. Resulta que al igual que tú, mis suspicaces compañeros y sus
lenguas viperinas decidieron bautizarme así a falta de un nombre. Me alegro de
que te guste.
-Yo no he dicho eso… –refunfuñó torciendo el gesto– Y para
nada iba con la intención de ser un cumplido…
-Eres muy graciosa… –sonrió cálidamente Espantapájaros– No me avergüenzo de mi nombre ni de la causa de éste, no me interesa nada de eso. A mí me gusta y basta, nadie se debe encontrar obligado a que le agrade, faltaría más, basta con que yo lo acepte. Por cierto, ¿qué significa tu nombre?
-Eres muy graciosa… –sonrió cálidamente Espantapájaros– No me avergüenzo de mi nombre ni de la causa de éste, no me interesa nada de eso. A mí me gusta y basta, nadie se debe encontrar obligado a que le agrade, faltaría más, basta con que yo lo acepte. Por cierto, ¿qué significa tu nombre?
-Luz del crepúsculo… –musitó con
timidez.
-Es muy bonito… –reflexionó el
joven, pero luego sonrió y con voz triunfante sentenció– Pero sin duda
Espantapájaros es mucho mejor.
-Imbécil… –murmuró Lithien
arrugando la nariz.
-Veo que vamos a tener que
corregir esos modales jovencita, no se puede ir así por la vida –le reprimió con
guasa Espantapájaros. Momentáneamente dirigió su mirada hacia el joven situado
junto a su hermana, el cual intentaba reprimir fuertemente la risa–. Si sigues
así te quedarás sin aire. No es pecado reírse de un hermano, es más, es de lo
más normal –pausó y con aire divertido se limitó a observar cómo la joven le
dirigía una mirada furtiva y su hermano agachaba la cabeza en muestra de
culpabilidad y para esconder su sonrisa. Poco más tarde se decidió por ayudar
al muchacho rompiendo el hielo–. ¿Y Jim? ¿Qué significa Jim?
-Mi madre me dijo que su
interpretación variaba según el lugar, pero que en mi caso significaba
“honesto” –enunció Jim cabizbajo. Recordar a su madre le dolía… Era como si una
estrella desapareciese del firmamento… pocos, por no decir ninguno, lo notaría,
pero siempre habría alguien que se hubiese quedado sin una luz muy importante
para él…
-Tu madre es muy buena… –susurró
Espantapájaros con un brillo de culpabilidad en los ojos.
-Era –sentenció Lithien con
sequedad, y al ver la cara de incomprensión de sus oyentes les explicó–. Era,
no es. Ahora mismo ella debe estar… –Y propinó un puñetazo a la pared mientras
escondía con vergüenza sus lágrimas.
-Lithien, tengo que decirte algo
urgente… –enunció Espantapájaros con voz seria mientras le agarraba de la manga
del camisón y le arrastraba con una increíble fuerza, a pesar de su aspecto,
fuera de la estancia.
-¿Qué quieres ahora cabeza de
serrín? –Le cuestionó la joven con suspicacia.
-Lithien, quiero que me escuches
–dijo mientras le clavaba una mirada severa en su brillante pupila–. Lithien…
Tu madre aún no está muerta… La cuelgan esta tarde… en la Plaza de Abastos
–sentenció finalmente.
La joven se quedó helada, una
tenue luz de esperanza acababa de nacer en su corazón. Casi sintió ganas de lanzarse
hacia el joven y darle un fuerte abrazo como forma de gratitud, “Casi, pero no.
Nada cambia que siga siendo un estúpido”, pensó con picardía la muchacha.
-Gracias… –se limitó a responder
casi sin aliento, y aún con la mirada perdida añadió– Voy a decírselo a Jim… se
va a poner muy contento…
-No –declaró firmemente
Espantapájaros mientras le aprisionaba fuertemente el brazo a la joven.
-¡Déjame en paz! –Protestó
Lithien, que forcejeaba inútilmente en un vano intento de desasirse del
muchacho y correr hacia la habitación– ¡Suéltame de una vez! No sabes lo mal
que lo está pasando Jim… yo tengo que…
-Lo sé.
-¡No! ¡Tú no sabes nada! Nadie lo
sabe… –susurró la joven rompiendo a llorar y derrumbándose sobre el hombro del
muchacho mientras le golpeaba débilmente.
-Lithien… –le murmuró al oído a
la vez que le peinaba con sus finos dedos dulcemente su cabellera azabache en
un amago de consolarla– Ambos sabemos que ya nada hay que hacer, que ni
nosotros mismos, los renegados, tenemos el poder suficiente como para ir a La
Capital y plantar cara a la Emperatriz… Y por mucho que nos cueste aceptarlo,
nosotros solo realizamos trabajos minúsculos, como asaltar pequeños carruajes con
el dinero que algunos nobles sacan de impuestos desorbitados a sus ciudadanos,
combatir la justicia en pequeños pueblos, ayudar a gente con problemas
económicos o demás… Pero lo que piensas es algo que nos viene grande. Lithien…
no podemos salvar a tu madre…
-Pues si vosotros no queréis
hacerlo, yo iré –enunció firmemente la joven mientras alzaba hacia
Espantapájaros sus ojos enrojecidos, permitiendo a éste ver su rostro
humedecido y desesperado.
-De acuerdo –se rindió el joven
al ver que Lithien no daría su brazo a torcer, e instantáneamente liberó su
brazo–. Pero en ese caso yo iré contigo, una niña tan inmadura como tú no tiene
oportunidad ninguna de salir ilesa –y tornó su mirada seria en una pícara
expresión a la vez que le revolvía cariñosamente el pelo.
-Gracias… –declaró Lithien para
sorpresa del muchacho, “Esta vez sí” caviló con dulzura, e instantáneamente le
abrazó fuertemente, de hecho, tan repentinamente que, por un momento, casi
pierde el equilibrio y cae al suelo. Pero la joven se desasió instantáneamente
con agilidad. Mas con una sonrisa burlona y balanceándose sobre sus talones
alegremente, añadió– Puede que después de todo no seas tan estúpido, cabeza de
serrín.
Él se limitó a reír mientras le
propinaba una suave colleja, a la que la muchacha respondió arrugando el
entrecejo e intentando golpearle vanamente.
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