lunes, 10 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 18º

Lentamente fue abriendo sus parpados, pero cuando la luz de la mañana los rozó, éstos se cerraron bruscamente aleteando como una mariposa que huye de ser capturada. Para cuando se decidió a abrirlos ya habían transcurrido un par de minutos y alguien pronunciaba su nombre a la vez que la agitaba bruscamente, al principio le pareció agradable, pero luego se convirtió en algo molesto. Los susurros se volvieron gritos y los suaves zarandeos no eran más que irritantes empujones. Mas de golpe se alzó de su lecho con la palma de la mano cerrada, dispuesta a asestar un puñetazo a todo aquel que la hubiese desvelado, sin importar el por qué. Pero nada de lo que había pensado se ajustaba a la realidad. Allí, sentado sobre la cama, se hallaba a su lado su hermano, el cual la miraba entre asustado y preocupado. Lithien se quedó helada en un gesto de incredulidad que abarcaba todo su semblante y, aún con la boca abierta, susurró:
-Vaya… Qué bonito es el cielo…
Su hermano, al comprender la situación, rompió a reír desenfrenadamente mientras se convulsionaba sobre la cama a punto de desfallecer a causa de la falta de aire. “Su risa es como la de un violín –sonrío Lithien hacia sus adentros–. Hacía mucho que no la oía… Definitivamente esto es el cielo… o algo muy parecido…” caviló la joven con una expresión cálida reflejada en la totalidad de su rostro.
-Siempre supe que para ti era un ángel –logró gesticular el muchacho en un amago de tranquilizarse, mientras le asestaba un suave codazo entre risitas.
-No está bien que te burles así de una señorita –refunfuñó Lithien arrugando los labios y propinándole una colleja.
-Discúlpeme su excelencia –se levantó de un salto y dibujó el aire una sutil reverencia acompañada de una mirada burlona. Pero pronto volvió a la realidad y su gesto se tornó serio e impasible, dejándose caer a su vez sobre la cama–. ¿Por qué Lithien?... ¿Por qué?...
-Mmmm… –esta vez sí que no entendía que estaba sucediendo, y eso la frustraba– Jim, ¿a qué te refieres?…
-¿Por qué… decidiste acabar con todo? –logró decir entre sollozos.
-Jim… –susurró lentamente, como si aquella palabra le supusiera un gran esfuerzo– Yo jamás quise… era demasiado para mí… –su voz se quebró, no sabía qué hacer, estaba desesperada… Algo húmedo rozó su piel, algo que le hizo estremecerse y alzar la cabeza para alcanzar a ver que aquello que quemaba su piel no era sino una lágrima de su hermano–. Jim… yo…
-¡NO QUIERO QUE TE VAYAS TU TAMBIÉN! ¡QUIERO QUE TE QUEDES AQUÍ, CONMIGO! Te necesito Lithien… ¡TE NECESITO! –gritó en un alarido ensordecedor derrumbándose sobre su hermana. Ella nunca le había visto así, él siempre había sonreído a pesar de todo, nunca… él nunca se había dejado ver tan frágil…– Lithien… –susurró aferrándose con fuerza a la joven– Lithien no me dejes… Prométeme que siempre estarás a mi lado… prométemelo…
-Te lo prometo –sentenció su hermana con firmeza, para después devolverle el abrazo y posar un cálido beso sobre su frente–. Ahora yo ya soy libre…
Instantáneamente la puerta se abrió golpeando fuertemente la pared, dejando asomar bajo el dintel una singular figura. Se trataba de un joven de, a decir verdad, unos dieciséis años de edad; Su cuerpo era delgado y alicaído, todo él envuelto con una capa que le era demasiado grande, tal vez el doble o triple que el muchacho. Su rostro era huraño, cualquiera a primera vista pensaría en que aquel personaje no estaba cuerdo ni de casualidad, sus rasgos eran en general de lo más común, pero era su pelo aparentemente enmarañado además de desaliñado y aquella mirada esmeralda que parecía situarse en otro mundo, tal vez incluso más interesante que el actual, lo que le hacía parecer un lunático. Por no decir nada de su sombrero destartalado y lleno de parches multicolores, el cual todos pensaban que habría sacado de un vertedero porque ni su propio dueño, cargado de deudas hasta arriba, lo querría.
-Siento interrumpir una escena tan enternecedora, pero ya has dormido suficiente, casi bates el récord de Alfred –comentó el muchacho exhalando una potente carcajada, mientras hacía un amago de peinar su rebelde cabellera morena–. Te habría matado por quitarle el puesto, pero alguien se le adelantó y por fin ha conseguido dormir eternamente… hay que ver qué ironía tiene el destino… –Finalizó encogiéndose de hombros.
-No se deben tomar en broma las muertes de otras personas… –Gruñó Lithien apretando su puño hasta clavarse sus propias uñas.
-¿Y qué? –declaró con indiferencia el joven, preguntándose qué habría hecho mal esta vez–  Estoy seguro de que de haber estado aquí, Alfred, se habría reído y, con una sonrisa socarrona dibujada en sus gruesos labios, me habría respondido –carraspeó un instante y con voz rasgada dijo–: “Jodido Espantapájaros, el día que estés bajo tierra seré yo el que alardee de tus defectos y baile sobre tus cenizas”. Y tal vez luego me habría dado una palmada en la espalda de la que casi se me saldría el corazón por boca. Maldita sea, cómo echo de menos a ese manazas… –comentó chasqueando la lengua y con un brillo de añoranza en los ojos, para posteriormente virar hacia la muchacha– Además, el mundo ya está lleno de personas tristes… y tu seguro que tienes una sonrisa encantadora –añadió guiñándole un ojo con sorna.
-Imbécil… –masculló Lithien un tanto molesta.
-Vaya, vaya… eso ya me gusta más… –rió echando la cabeza hacia atrás para dejar que los rayos de sol bañasen su rostro–. Vas aprendiendo muchacha.
-¿Espantapájaros? –susurró Jim que no había intervenido en toda la conversación.
-De todas las preguntas que me podías hacer y has decidido formularme la más obvia –enunció con mirada burlona mientras estiraba sus brazos al máximo para dejar ver su apariencia.
-Tiene razón, el maldito cerdo se parece a un espantapájaros. Uno de esos que llevan diez años colgados y no son más que un guiñapo trapos rotos y sucios –sonrió sarcásticamente la joven mientras le dirigía una mirada de picardía a su oponente.
-Una descripción muy gratificante señorita –comentó mientras se quitaba el sombrero y agachaba su cabeza, todo ello en un movimiento muy tosco y burdo–. Resulta que al igual que tú, mis suspicaces compañeros y sus lenguas viperinas decidieron bautizarme así a falta de un nombre. Me alegro de que te guste.
-Yo no he dicho eso… –refunfuñó torciendo el gesto– Y para nada iba con la intención de ser un cumplido…
-Eres muy graciosa… –sonrió cálidamente Espantapájaros– No me avergüenzo de mi nombre ni de la causa de éste, no me interesa nada de eso. A mí me gusta y basta, nadie se debe encontrar obligado a que le agrade, faltaría más, basta con que yo lo acepte. Por cierto, ¿qué significa tu nombre?
-Luz del crepúsculo… –musitó con timidez.
-Es muy bonito… –reflexionó el joven, pero luego sonrió y con voz triunfante sentenció– Pero sin duda Espantapájaros es mucho mejor.
-Imbécil… –murmuró Lithien arrugando la nariz.
-Veo que vamos a tener que corregir esos modales jovencita, no se puede ir así por la vida –le reprimió con guasa Espantapájaros. Momentáneamente dirigió su mirada hacia el joven situado junto a su hermana, el cual intentaba reprimir fuertemente la risa–. Si sigues así te quedarás sin aire. No es pecado reírse de un hermano, es más, es de lo más normal –pausó y con aire divertido se limitó a observar cómo la joven le dirigía una mirada furtiva y su hermano agachaba la cabeza en muestra de culpabilidad y para esconder su sonrisa. Poco más tarde se decidió por ayudar al muchacho rompiendo el hielo–. ¿Y Jim? ¿Qué significa Jim?
-Mi madre me dijo que su interpretación variaba según el lugar, pero que en mi caso significaba “honesto” –enunció Jim cabizbajo. Recordar a su madre le dolía… Era como si una estrella desapareciese del firmamento… pocos, por no decir ninguno, lo notaría, pero siempre habría alguien que se hubiese quedado sin una luz muy importante para él…
-Tu madre es muy buena… –susurró Espantapájaros con un brillo de culpabilidad en los ojos.
-Era –sentenció Lithien con sequedad, y al ver la cara de incomprensión de sus oyentes les explicó–. Era, no es. Ahora mismo ella debe estar… –Y propinó un puñetazo a la pared mientras escondía con vergüenza sus lágrimas.
-Lithien, tengo que decirte algo urgente… –enunció Espantapájaros con voz seria mientras le agarraba de la manga del camisón y le arrastraba con una increíble fuerza, a pesar de su aspecto, fuera de la estancia.
-¿Qué quieres ahora cabeza de serrín? –Le cuestionó la joven con suspicacia.
-Lithien, quiero que me escuches –dijo mientras le clavaba una mirada severa en su brillante pupila–. Lithien… Tu madre aún no está muerta… La cuelgan esta tarde… en la Plaza de Abastos –sentenció finalmente.
La joven se quedó helada, una tenue luz de esperanza acababa de nacer en su corazón. Casi sintió ganas de lanzarse hacia el joven y darle un fuerte abrazo como forma de gratitud, “Casi, pero no. Nada cambia que siga siendo un estúpido”, pensó con picardía la muchacha.
-Gracias… –se limitó a responder casi sin aliento, y aún con la mirada perdida añadió– Voy a decírselo a Jim… se va a poner muy contento…
-No –declaró firmemente Espantapájaros mientras le aprisionaba fuertemente el brazo a la joven.
-¡Déjame en paz! –Protestó Lithien, que forcejeaba inútilmente en un vano intento de desasirse del muchacho y correr hacia la habitación– ¡Suéltame de una vez! No sabes lo mal que lo está pasando Jim… yo tengo que…
-Lo sé.
-¡No! ¡Tú no sabes nada! Nadie lo sabe… –susurró la joven rompiendo a llorar y derrumbándose sobre el hombro del muchacho mientras le golpeaba débilmente.
-Lithien… –le murmuró al oído a la vez que le peinaba con sus finos dedos dulcemente su cabellera azabache en un amago de consolarla– Ambos sabemos que ya nada hay que hacer, que ni nosotros mismos, los renegados, tenemos el poder suficiente como para ir a La Capital y plantar cara a la Emperatriz… Y por mucho que nos cueste aceptarlo, nosotros solo realizamos trabajos minúsculos, como asaltar pequeños carruajes con el dinero que algunos nobles sacan de impuestos desorbitados a sus ciudadanos, combatir la justicia en pequeños pueblos, ayudar a gente con problemas económicos o demás… Pero lo que piensas es algo que nos viene grande. Lithien… no podemos salvar a tu madre…
-Pues si vosotros no queréis hacerlo, yo iré –enunció firmemente la joven mientras alzaba hacia Espantapájaros sus ojos enrojecidos, permitiendo a éste ver su rostro humedecido y desesperado.
-De acuerdo –se rindió el joven al ver que Lithien no daría su brazo a torcer, e instantáneamente liberó su brazo–. Pero en ese caso yo iré contigo, una niña tan inmadura como tú no tiene oportunidad ninguna de salir ilesa –y tornó su mirada seria en una pícara expresión a la vez que le revolvía cariñosamente el pelo.
-Gracias… –declaró Lithien para sorpresa del muchacho, “Esta vez sí” caviló con dulzura, e instantáneamente le abrazó fuertemente, de hecho, tan repentinamente que, por un momento, casi pierde el equilibrio y cae al suelo. Pero la joven se desasió instantáneamente con agilidad. Mas con una sonrisa burlona y balanceándose sobre sus talones alegremente, añadió– Puede que después de todo no seas tan estúpido, cabeza de serrín.

Él se limitó a reír mientras le propinaba una suave colleja, a la que la muchacha respondió arrugando el entrecejo e intentando golpearle vanamente.

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