sábado, 9 de noviembre de 2013

CAPÍTULO 3º

…y salió con el soldadito y Madeleine por la puerta que está había utilizado para entrar en la juguetería.
-¡Rápido que el tiempo corre! – les apremió el loro.
Cuando salieron de la juguetería comenzaron a correr por aquel descampado repleto de pequeñas florecillas en el que había aparecido Madeleine tras meterse en aquel arcón, quién la habría mandado introducir el más mísero miembro de su cuerpo en aquel condenado trasto, pensaba mientras no cesaba de correr desesperadamente hacia un bosque que se situaba a unos cuantos metros de ellos.
Mientras tanto, unos minutos antes un cuervo negro como la pez había entrado en el palacio de la Emperatriz Rubí. Se trataba de un palacio elaborado con chocolate y recubierto con todo tipo de delicias, las tejas estaban hechas de caramelo recubierto de sirope, la puerta de barquillos de chocolate y las ventanas de una piruleta azul muy fina. Se encontraba rodeado de guardianes que no paraban de moverse de un lado a otro montados en sus caballitos de juguete en torno a un foso de chocolate caliente.
El cuervo entró rápidamente en la estancia principal, la sala del trono. Era un recinto enorme edificado también a base de dulces. El cuervo sobrevoló una alfombra de regaliz y fue a posarse en uno de los reposa brazos del trono de la Emperatriz.
-¿Qué noticias me traes Kiel? – dijo la Emperatriz con voz serena.
-No muy buenas señora… – le respondió Kiel con voz de angustia.
-Vamos di de que se trata, después de todo no puede ser tan malo – insistió la Emperatriz.
-Bueno… pues ocurre que… ¿conoces la profecía esa de que una niña humana te destronaría matando al Drauk y todo eso?... pues… resulta que he visto a esa misma niña en casa del juguetero y se dispone a ir a ver al Dragón de la Luz y tal y cual…
La reina comenzó a reírse y le dijo al cuervo con aspecto divertido en la cara:
-Estate tranquilo Kiel que jamás podrá encontrar al Dragón de la Luz debido a que yo soy la única que posee el mapa que lleva hacia él, que ingenua… vaya “salvadora” han escogido los juguetes, parece que están más estropeados de lo que me temía, quizá deba dejar que el juguetero los arregle un poco.
-Yo no le encuentro la gracia Emperatriz… ya que al loro del juguetero le vi coger un mapa antes de salir, y no parecía ser como los mapas que nosotros fabricamos del reino, era distinto. –dijo el cuervo con un tono serio.
La expresión de la cara de la Emperatriz se ensombreció.
-¡Condenado juguetero! –bufó llena de rabia ¡Te vas a enterar por haberme engañado rufián! –y rápidamete se dirigió hacia el cuervo que continuaba posado en el brazo de su trono ¡Kiel reúne a los caballeros y llévalos hasta la juguetería!
Se levantó de un salto del trono y se echó a andar hacia la puerta, por la que minutos antes había entrado el cuervo, sin dejar de lanzar maldiciones al juguetero. Cruzó el pasillo y bajó las escaleras de la mazmorra como un cohete, hasta llegar a la puerta de la celda del juguetero.
-¡Me has engañado sabandija miserable! –exclamó descargando toda su rabia contra los barrotes.
-¿Y qué esperabas? Lo que me extraña es que te hubieses creído que el mapa que te di era el verdadero. Has tardado mucho en darte cuenta, poco propio en ti Catalina –dijo el juguetero con sorna.
Hacía mucho que nadie la llamaba por su verdadero nombre, ella negaba llamarse así; ya que ese nombre le recordaba su desdichado pasado. Ahora ella era Rubí una respetada y temida Emperatriz y no aquella muñeca de porcelana a la que todos conocían como Catalina.
-¿A qué viene esa cara? ¿A caso habías olvidado tu nombre? ¿A caso no te acuerdas del nombre que te pusieron tus padres cuando yo te hice? O es que…
-¡YA VASTA! –gritó roja de rabia Rubí– ¡Respeta a tu Emperatriz y no oses dirigirte a ella de esa manera! O si no…
-¿O sin no qué? Sabes que no puedes matarme porque tu salud depende de mí y sabes que yo no me puedo negar a arreglar a un juguete, por muy vil que sea ese juguete… –dijo el juguetero un poco más serio.
-A ti no pero a tu querida amiguita, la “salvadora” de Morill, sí y que sepas que no voy a tener piedad con ella. Le diré que te de las gracias por el favor que la has hecho –dijo con voz triunfante la Emperatriz mientras subía las escaleras de la mazmorra.
-No hagas eso ella es inocente y no ha hecho nada, no ha escogido esto…
-No ha hecho nada aún pero lo hará créeme –le corto Rubí.
El juguetero bajó la cabeza en símbolo de derrota mientras el sonido de los pasos de la Emperatriz se dejaban de oír.
-Catalina, ¿qué te ha pasado? No te reconozco... –dijo mientras se dejaba caer sobre la cama de su lúgubre celda.

martes, 8 de octubre de 2013

CAPÍTULO 2º


… cuando esta cesó pudo observar que el soldadito había cobrado vida. Este le dedicó una reverencia solemne y dijo:
-Bienvenida, ¿quién eres?
-Soy… soy Madeleine, dime ¿y tú eres de verdad?
-Si tú crees en mí, sí. Oye, ¿qué tipo de juguete eres?
-No soy un juguete, soy una niña.
-¡Una niña humana! ¡Por fin ha llegado nuestra salvadora!
-Yo no soy una salvadora, ¿o es que a caso tengo pinta de heroína? A demás, ¿de qué os tendría que salvar y a quién?
-A los juguetes de Morill y a su vez a los niños de tu mundo, de la Emperatriz Rubí.
-¿Quién es esa tal Rubí?
-Preguntas mucho, pero te lo diré. Rubí es una joven de unos 20 años de edad. Cuando los reyes Malva y Warl gobernaban la tierra de Morill todo marchaba sobre ruedas, pero un día los reyes desaparecieron junto a su pequeña niña de 11 meses de edad y la malvada Rubí se auto proclamó Emperatriz de Morill. Vino aquí y secuestró al juguetero, por lo que ahora muchos juguetes mueren ante la imposibilidad de ser arreglados por el juguetero y junto a ellos mueren las ilusiones de los niños de tu mundo.
-¿Y por qué no os rebeláis?
-Porque tiene una especie de dragón, el Drauk. Por lo que nadie se atreve a desobedecerla, pero tú eres la elegida, eres la que matará al Drauk.
-Solo soy una niña, si no soy capaz de matar a una mosca dime tú como voy a matar yo a un dragón. Lo siento pero me temo que os habéis equivocado conmigo.
-No te agobies no lo harás tu sola, la profecía dice que vencerás al Drauk  junto al Dragón de la Luz. Pero me temo que tendremos que recorrer un largo camino lleno de peligros hasta dar con el Dragón de la Luz.
-¿Tendremos?
-No pensarás que voy a dejar que hagas el camino tu sola, me has escogido entre todos estos juguetes ahora ya no puedes rechazarme.
-Entonces el camino lo emprenderemos tú y yo.
-¡No os lo creáis! – dijo una tercera voz.
Se trataba de un loro rojo, con alas en tonos amarillos y azules.
-¿Quién es? – dijo Madeleine.
-Es el pesado loro del juguetero – dijo el soldadito.
-Pues que sepas que este pesado loro os piensa acompañar a los dos en busca de su amo.
-¡Qué bien! – exclamó Madeleine, la cual sentía una debilidad hacia los animales.
-Yupi… - dijo sin entusiasmo el soldadito.
De repente una sombra se alzó encima de sus cabezas y salió por la chimenea, se trataba de un cuervo negro como la pez.
-¡Rápido emprendamos nuestro camino! No nos queda mucho tiempo – dijo alterado el loro.
-¿Por qué? – dijeron al unísono el soldadito y la niña.
-Conozco a ese cuervo es un espía de la Emperatriz, la que cuando se entere de que estás aquí te va mandar matar –respondió el loro.
El loro cogió una especie de mapa y salió con el soldadito y Madeleine por la puerta que está había utilizado para entrar en la juguetería.

CAPÍTULO 1º


Muchos edificios tienen grandes secretos escondidos; algunos son descubiertos, pero la mayoría permanecen ocultos en habitaciones polvorientas.
Este fue el caso de la pequeña Madeline, cuyos padres murieron en un accidente de coche. Madeline fue a parar a un orfanato llamado “El Jardín Florido”, cuyo nombre no tenía sentido porque en el orfanato no había ningún jardín y menos aún florido. El orfanato  era grande pero tétrico, tenía tejados acabados en esquinas elevadas y puntiagudas, era antiguo y polvoriento, a demás de ser poco luminoso; las paredes eran de piedra y las ventanas de madera carcomida, la temperatura era mejor fuera que dentro. Las habitaciones eran inmensos pasillos poblados por hileras de camas.
Madeline tenía 9 años cuando, huyendo de la monja que la iba a castigar, Sor. Soledad. Comenzó a bajar unas escaleras muy empinadas rápidamente, hasta aparecer en un recinto oscuro, aunque no del todo debido a una ventana en forma de ojo de buey que había en el techo; el cuarto era polvoriento y estaba lleno de telarañas, Madeline lo reconoció, se trataba del sótano del orfanato. Lo que explicaba que estuviese lleno de objetos antiguos y ruinosos, ya que nadie bajaba allí desde hace siglos, pero lo que de verdad le llamaba la atención de aquel cuarto era un arcón antiguo. Un arcón que era la puerta a un mundo que colgaba de sus manos, un mundo donde los juguetes cobraban vida... Morill.
El arcón era el perfecto escondite para librarse de la monja y no se lo pensó dos veces. Al introducir su pie en él sintió una leve brisa, ya no estaba segura de que ese fuera el escondite ideal después de todo, pero de lo que estaba segura era de que éste este era su única salida.
 Al abrir los ojos se dio cuenta de que se encontraba en un campo al aire libre y que esas no eran las dimensiones de su arcón. En el centro de ese pequeño campo había una casa pequeñita y rudimentaria, parecía descuidada por las enredaderas que trepaban por las paredes y tapaban las ventanas, pero en su momento debió ser muy hermosa.
Como cualquier niña de su edad hubiera hecho, se acercó para ver si había alguien que le explicase su ubicación o le diera cobijo.

Al intentar abrir la puerta esta cedió sin problemas y provocó un chirrido duradero. Al entrar en la casa se dio cuenta de que no era una casa normal y corriente sino una juguetería repleta de juguetes. Le llamó la atención un soldadito de juguete arcaico y al ir a tocarlo de éste salió una luz que inundo toda la sala, cuando esta cesó pudo observar que el soldadito había cobrado vida propia.