martes, 8 de octubre de 2013

CAPÍTULO 2º


… cuando esta cesó pudo observar que el soldadito había cobrado vida. Este le dedicó una reverencia solemne y dijo:
-Bienvenida, ¿quién eres?
-Soy… soy Madeleine, dime ¿y tú eres de verdad?
-Si tú crees en mí, sí. Oye, ¿qué tipo de juguete eres?
-No soy un juguete, soy una niña.
-¡Una niña humana! ¡Por fin ha llegado nuestra salvadora!
-Yo no soy una salvadora, ¿o es que a caso tengo pinta de heroína? A demás, ¿de qué os tendría que salvar y a quién?
-A los juguetes de Morill y a su vez a los niños de tu mundo, de la Emperatriz Rubí.
-¿Quién es esa tal Rubí?
-Preguntas mucho, pero te lo diré. Rubí es una joven de unos 20 años de edad. Cuando los reyes Malva y Warl gobernaban la tierra de Morill todo marchaba sobre ruedas, pero un día los reyes desaparecieron junto a su pequeña niña de 11 meses de edad y la malvada Rubí se auto proclamó Emperatriz de Morill. Vino aquí y secuestró al juguetero, por lo que ahora muchos juguetes mueren ante la imposibilidad de ser arreglados por el juguetero y junto a ellos mueren las ilusiones de los niños de tu mundo.
-¿Y por qué no os rebeláis?
-Porque tiene una especie de dragón, el Drauk. Por lo que nadie se atreve a desobedecerla, pero tú eres la elegida, eres la que matará al Drauk.
-Solo soy una niña, si no soy capaz de matar a una mosca dime tú como voy a matar yo a un dragón. Lo siento pero me temo que os habéis equivocado conmigo.
-No te agobies no lo harás tu sola, la profecía dice que vencerás al Drauk  junto al Dragón de la Luz. Pero me temo que tendremos que recorrer un largo camino lleno de peligros hasta dar con el Dragón de la Luz.
-¿Tendremos?
-No pensarás que voy a dejar que hagas el camino tu sola, me has escogido entre todos estos juguetes ahora ya no puedes rechazarme.
-Entonces el camino lo emprenderemos tú y yo.
-¡No os lo creáis! – dijo una tercera voz.
Se trataba de un loro rojo, con alas en tonos amarillos y azules.
-¿Quién es? – dijo Madeleine.
-Es el pesado loro del juguetero – dijo el soldadito.
-Pues que sepas que este pesado loro os piensa acompañar a los dos en busca de su amo.
-¡Qué bien! – exclamó Madeleine, la cual sentía una debilidad hacia los animales.
-Yupi… - dijo sin entusiasmo el soldadito.
De repente una sombra se alzó encima de sus cabezas y salió por la chimenea, se trataba de un cuervo negro como la pez.
-¡Rápido emprendamos nuestro camino! No nos queda mucho tiempo – dijo alterado el loro.
-¿Por qué? – dijeron al unísono el soldadito y la niña.
-Conozco a ese cuervo es un espía de la Emperatriz, la que cuando se entere de que estás aquí te va mandar matar –respondió el loro.
El loro cogió una especie de mapa y salió con el soldadito y Madeleine por la puerta que está había utilizado para entrar en la juguetería.

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