martes, 8 de octubre de 2013

CAPÍTULO 1º


Muchos edificios tienen grandes secretos escondidos; algunos son descubiertos, pero la mayoría permanecen ocultos en habitaciones polvorientas.
Este fue el caso de la pequeña Madeline, cuyos padres murieron en un accidente de coche. Madeline fue a parar a un orfanato llamado “El Jardín Florido”, cuyo nombre no tenía sentido porque en el orfanato no había ningún jardín y menos aún florido. El orfanato  era grande pero tétrico, tenía tejados acabados en esquinas elevadas y puntiagudas, era antiguo y polvoriento, a demás de ser poco luminoso; las paredes eran de piedra y las ventanas de madera carcomida, la temperatura era mejor fuera que dentro. Las habitaciones eran inmensos pasillos poblados por hileras de camas.
Madeline tenía 9 años cuando, huyendo de la monja que la iba a castigar, Sor. Soledad. Comenzó a bajar unas escaleras muy empinadas rápidamente, hasta aparecer en un recinto oscuro, aunque no del todo debido a una ventana en forma de ojo de buey que había en el techo; el cuarto era polvoriento y estaba lleno de telarañas, Madeline lo reconoció, se trataba del sótano del orfanato. Lo que explicaba que estuviese lleno de objetos antiguos y ruinosos, ya que nadie bajaba allí desde hace siglos, pero lo que de verdad le llamaba la atención de aquel cuarto era un arcón antiguo. Un arcón que era la puerta a un mundo que colgaba de sus manos, un mundo donde los juguetes cobraban vida... Morill.
El arcón era el perfecto escondite para librarse de la monja y no se lo pensó dos veces. Al introducir su pie en él sintió una leve brisa, ya no estaba segura de que ese fuera el escondite ideal después de todo, pero de lo que estaba segura era de que éste este era su única salida.
 Al abrir los ojos se dio cuenta de que se encontraba en un campo al aire libre y que esas no eran las dimensiones de su arcón. En el centro de ese pequeño campo había una casa pequeñita y rudimentaria, parecía descuidada por las enredaderas que trepaban por las paredes y tapaban las ventanas, pero en su momento debió ser muy hermosa.
Como cualquier niña de su edad hubiera hecho, se acercó para ver si había alguien que le explicase su ubicación o le diera cobijo.

Al intentar abrir la puerta esta cedió sin problemas y provocó un chirrido duradero. Al entrar en la casa se dio cuenta de que no era una casa normal y corriente sino una juguetería repleta de juguetes. Le llamó la atención un soldadito de juguete arcaico y al ir a tocarlo de éste salió una luz que inundo toda la sala, cuando esta cesó pudo observar que el soldadito había cobrado vida propia.

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