sábado, 28 de junio de 2014

CAPÍTULO 14º

La mañana despertó. Con ella, salieron pues, los rayos del sol, iluminando delicadamente cada una de las gotas de rocío que el amanecer había traído consigo, todas ellas resbalaban perezosas por los pétalos de las petunias multicolores. Los rayos rozaron por equivocación los parpados de una joven, que lentamente fue abriendo sus ojos del insomnio, para dar paso a un nuevo día, y tal vez el último… Se estiró como un gato mientras concedía a sus pupilas un poco de luz y dejó caer abatida el rostro hacia un lado, a la vez que permitía escapar por su boca un cansado suspiro. Permaneció recostada sobre la cama unos minutos e instantáneamente se puso en pie de un salto, estiró las sábanas y abrió los ventanales. En la calle todo marchaba con normalidad, los carruajes recorrían el empedrado con un ruidoso traqueteo y las personas transitaban por las avenidas de la ciudad, absueltas en sus pensamientos, corriendo instintivamente para no perder ningún segundo. Lithien jamás había comprendido del todo aquella necesidad de las personas por ahorrar tiempo, un tiempo que jamás acababan de aprovechar y la gran mayoría de las veces se disolvía en el aire, era inútil. Pronto cerró las portezuelas de la ventana, para evitar así que el humo de las chimeneas penetrase en la casa, y marchó rumbo del salón, donde encontró a su madre y a su hermano compartiendo una agradable conversación intercalada por alguna que otra risa.
-Buenos días Lithien, ¿cuándo pensabas despertarte? –preguntó su madre con una sonrisa.
-Que conste que a pesar de estar levantada digamos que no estoy del todo despierta… Creo que me quedan, al menos, dos horas más –enunció en un bostezo.
-Pues aprovecha y desayuna en cantidad. Hoy va a ser un día muy ajetreado… –sonrió con tristeza.
-Mamá me lo ha explicado todo –dijo Jim sonriente y con emoción contenida exclamó– ¡Nos vamos a fugar! ¡Qué emocionante! ¿No?
-¡Jim, por favor! Es una cosa muy seria. ¡No lo tomes todo a broma! –Respondió Lithien un tanto irritada. – Eres tan infantil como siempre, nunca cambiarás… –y desvió la mirada hacia la ventana.
-Perdón, yo al menos intento dar un poco de vida a esta casa MUERTA –enunció el joven enfatizando la última palabra con gesto serio–. Y ahora, si me disculpáis, me voy a asear un poco –se levantó con brusquedad de la silla y marchó pasillo adelante hasta perderse de la vista de la mujer. La cual enseguida viró hacia la muchacha y le insertó una fulminante mirada de desaprobación.
-Tan ingenuo… –susurró sin apartar la mirada del cristal. – Tan ingenuo…
-Algunos lo consideran una manera de autodefensa. Al igual que la locura ésta es otra fórmula para afrontar las dificultades sin recaer en la desgracia y la depresión. Eres muy dura con él… Cuando crezca podrás observar con claridad la bondad y la justicia que manan de su corazón. Y será quizá cuando te des cuenta del aspecto de su interior… Aunque con esa actitud lo dudo mucho –añadió su madre un tanto desesperada. Y quedó obnubilada en sus pensamientos, fijando su mirada en el suelo. – Además, si avanzas a través del sendero de la vida apresuradamente, sin saborear su aroma y fijándote en un insignificante problema lejano… seguramente no consigas disfrutar de los hermosos presentes que ella nos otorga cada día. A parte, los asuntos serios no requieren sobriedad sino positividad. No confundas, nosotros queremos vivir, lo que tú planteas se basa en sobrevivir, y para eso es mejor la muerte… –sentenció firmemente.
-Tienes razón… pero me irrita que sea tan bondadoso e ingenuo. La vida no suele tratar bien a aquellas personas que viajan con la guardia baja. A ese paso no tardará en recibir muchos golpes dolorosos, y yo… –estaba temblando violentamente, intentando contener las lágrimas– ¡YO DEBO PROTEGERLE! –gritó mientras rompía a llorar. – ¡Es mi hermano y no quiero que jamás le lastimen! Pero yo… yo soy débil… insignificante… y él… tan ingenuo… –las rodillas temblorosas pronto tocaron tierra, la muchacha se desplomó al suelo.
Aún manaban las lágrimas de sus cuencas cuando Naidel la estrechó fuertemente contra su regazo a la vez que le susurraba al oído:
-No debes pensar en ello. No cometas mi mismo error… Estoy muerta, he firmado mi sentencia por propia voluntad. Y solo ahora que carezco de tiempo comienzo a comprender la de veces que inútilmente he gastado los minutos pensando en problemas futuros, que muchas veces no han llegado ni a suceder. Me he dado cuenta también de que no importa el camino, no importan los baches que pueda haber, las veces que te caigas, sino lo que importa es disfrutar del viaje y saborear cada segundo como si fuera el último. Porque da igual si fallezco con doscientos años, que habrá vivido más el que ha sido realmente feliz en su existencia, ya que el tiempo disfrutado es el tiempo que realmente uno ha vivido. –Pausó un momento y prosiguió– Tú eres fuerte, no dejes que eso cambie. Sé como Jim, disfruta al margen de los problemas, pero sin olvidaros. Disfruta lo que yo no pude ver… –añadió con mirada risueña– Quiero que algún día me describas el roce del mar en la arena, el olor de la lluvia sobre las flores, la sensación de los pies descalzos hundidos en la playa, la vista de las infinitas praderas verdes… Por favor…
- Ojalá de mayor pueda ser como tú, ojalá pueda comprender la vida como lo haces tú, ojalá llegue a ser tan fuerte…
-Pues entonces esfuérzate por alcanzar esa meta. Pero sobre todo… disfruta.
-¡Lo haré! –Enunció secándose las lagrimas, con una manga de su camisa, y esbozando una gran sonrisa sentenció– Haré de Jim, no un hombre, sino un gran hombre. Y ambos seremos recordados en la historia de todo Asterd. Lucharé por la causa, y hasta en el lecho de mi muerte sonreiré.
-Confío en ello. –Le respondió su madre estrechándola con más fuerza aún, intentando que el tiempo se detuviese y no tuviera que perderla jamás– ¿Sabes?
-¿Mmm? –Lithien la miró con gesto interrogante.
-Me equivocaba. Ya eres toda una mujer, y confío en que lo seguirás siendo, Lithien.
-Me parezco a ti –respondió la joven en una sonrisa.
Naidel no pudo soportarlo más y rompió a llorar sobre el hombro de su hija, anhelando y reprochando un poco más de tiempo.
La tarde transcurrió serena, como las flores que acaricia el viento al soplar, tranquila, inocente, plácida, indiferente… Dejando paso a una noche inestable, una noche de tensión.
-Lithien… –la muchacha viró con una melancólica mirada en su semblante– No pierdas el tiempo.
-Sí, madre… –susurró la joven.
-Te quiero. Sé fuerte y cuídate, por favor… –no pudo evitar agachar la cabeza en un vano intento de ocultar sus lágrimas.
-Lo sé, y yo también. No llores; no puedes desperdiciar tu tiempo. Sé feliz, no dejes que te arrebaten nada más. –Lithien esbozó una sonrisa cálida y sincera, mientras comenzaban a asomar por sus ojos unas lágrimas cristalinas– Además… que héroe vas a ser para mí si no eres capaz de sonreír.
-Gracias…
-A ti, gracias por todo mamá… –y salió por la puerta silenciosamente, sin volver la cabeza, porque sabía que si lo hacía no sería capaz de marchar– Cuídate…
La puerta se abrió con un incómodo rechinar agudo. Lithien se secó las lágrimas y miró con una melancólica alegría a su hermano.
-¿Por qué lloras? –le preguntó éste abrazándola delicadamente.
-No… no lo sé…
-Entonces no podré ayudarte… ni yo ni nadie… –susurró tristemente– Pero te juro que si algún día descubro al que te ha hecho esto… le mataré. –sentenció con firmeza. Lithien le miró a los ojos y sonrió; su madre tenía razón, la apariencia exterior del muchacho daba a entender su inocencia e ingenuidad, pero su interior… era valiente, fuerte…
-Parece que quien va a proteger a alguien al final vas a ser tú –dijo la muchacha con sorna.
-¡Claro! –Respondió el joven con una orgullosa sonrisa– Para algo soy el capitán de este…
-Shhh… –le cortó colocándole un dedo frente a la boca para acallarle
-¿Qué pasa? –preguntó Jim con un tono más bajo.
-Se acaba de ir… –susurró la joven con una gran sonrisa.
-¿QUIÉN? –exclamó silenciosamente sin comprender nada de lo que sucedía. Lithien le insertó una inmensa mirada de incredulidad.
-¿Seguro que escuchaste bien el plan? –le preguntó mientras abría una trampilla de debajo del catre.
-Bueno… la verdad es que… me puse a divagar nada más decir mamá lo de fugarnos… y al parecer no presté mucha atención… –dijo mientras agachaba la cabeza en gesto de culpabilidad.
-Si salimos de ésta juro que te mato –enunció Lithien un tanto irritada–. Pero ahora metete en la trampilla antes de que te estrangule.
-A sus órdenes…
-¡Rápido! –exclamó fulminándole con la mirada, a la vez que colocaba las almohadas para sugerir que ambos dormían plácidamente.
Enseguida la joven penetró por la abertura, selló con un candado su entrada y cerró el puño agarrando fuertemente el dragón de su colgante “Danos tiempo, por favor, te lo suplico…” Y una lágrima acarició su mejilla sonrosada.

martes, 3 de junio de 2014

CAPÍTULO 13º

La mujer, sin pensárselo ni un momento, marchó tras el muchacho para consolarlo. Mas en la estancia volvió a reinar aquel silencio, solo que ahora el vacío era mayor, mucho mayor. La joven que allí quedó se retorcía las manos inquieta como el criminal que es consciente de su delito pero lo niega gritándolo a voces, en busca de ayuda, en busca de alguien a quien sujetarse para no caer en el pozo de la desesperación. Aunque la verdad es que su mente permaneció pensando en todo y nada a la vez, en lo hecho y lo que hay que hacer, en el tiempo ganado y el que está por perder… Mientras que unos pasos la sobresaltaron, sacándola de su estado de reflexión. Lithien sabía perfectamente lo que había hecho, estaba preparada para lo que sucediese y se atendría a las consecuencias.
-Lo siento… –dijo en un susurro.
-¿Por qué lo hiciste Lithien? ¿Qué pretendías?
-¿Qué por qué lo hacía…? –dijo incrédula mientras alzaba la cabeza para, posteriormente, insertar su mirada en la de su madre– Lo hice porque me enerva que no reacciones, parece como si nada te importase, nada de lo que es realmente grave claro… ¡PAPÁ ESTÁ MUERTO! –declaró con un grito desgarrador– Deberías decir algo, responder a lo que está sucediendo. Actúas como si no te importase, como si no le quisieses y nunca lo hubieses hecho. Es increíble… Tengo la impresión que esto solo nos ha afectado a Jim y a mí… Más la que debería preguntar por qué soy yo… Di madre, ¿por qué no te aflige? ¿Por qué actúas como si nada hubiese sucedido?
-Ahora entiendo… –reflexionó la mujer con gesto meditativo– La verdad es que siempre amé a tu padre y jamás lo dejaré de querer, a pesar de su muerte siempre ocupará un importante lugar en mi corazón. Pero ahora necesito proteger algo mayor, algo más importante, y no puedo permitirme el lujo de sufrir, no mientras corráis peligro. Intento convencerme de que nada esto ha sucedido realmente, supongo que para alejar de mi mente los pensamientos que me hieren. Hay mañanas que incluso me despierto habiendo olvidado todo, pensando que todo es como antes y que esto solo ha sido otro mal sueño, que entraré en el salón y encontraré allí a tu padre, junto con vosotros, discutiendo tal vez por temas insignificantes –los ojos le Naidel se iluminaron por un momento, pero enseguida una fuerte melancolía se apoderó de ellos– Y, sin embargo, cada vez se me hace más difícil olvidar e incluso cuando llega la noche, en ocasiones, no soy capaz de conciliar el sueño, atormentada por las pesadillas que recrean mi realidad. Y me pregunto si de verdad merece la pena. Pero no puedo evitar cuestionarme… ¿Qué sería de vosotros si yo me hundiera en la desesperación? ¿Quién se encargaría de vuestra protección? Y es entonces cuando me doy cuenta de que no puedo permitirme ni la más mínima vacilación… No quiero perderlo todo, debo proteger lo que todavía me queda con mi vida.
-Madre… –dijo conmovida la joven– No sabía nada de eso… No debería haberte juzgado de esa manera, sin saber lo que de verdad sucedía. Supongo que la única que está perdida aquí soy yo… que no sé cómo reaccionar y me protejo atacando a inocentes… –la voz le tembló, mientras alzaba dubitativa la cabeza, dejando así entrever unas lágrimas cristalinas que resbalaban por sus mejillas– ¡¿Me estoy volviendo loca acaso?! –y se lanzó a los brazos de su madre sin importarle que ésta supiese de su llanto.
-Supongo que todos los humanos guardamos en nuestro interior un poco de locura –enunció la mujer esbozando a su vez una cálida sonrisa–. ¿Qué es, sino la falta de cordura, la que nos lleva a perseguir quimeras inalcanzables? Pero deberías preguntarte también… ¿Qué razón de existir tiene un ser humano si no posee la ambición de realizar algún sueño? Con lo que concluyo que por supuesto existe la locura en cada hombre que ansíe de vivir, y que no es mala si se alberga en su justa medida. Claro que si se contiene demasiada los resultados son catastróficos… Por lo que deberías reflexionar… ¿eres un ser racional o un psicópata sin remedio? –declaró su madre sin poder contener la risa.
-¡No bromees! –dijo la joven con un enfado mal disimulado.
-Entonces intentas ocultar tu verdadero ser maléfico... –dijo su madre mientras componía una misteriosa sonrisa, para inmediatamente comenzar a hacer cosquillas a la joven, que se convulsionó intentando suavizar el efecto de éstas sobre ella. Pero cualquier intento de resistirse era peor aún, y pronto rompió a reír junto a Naidel– No tardaras mucho en rendirte criminal.
-Mamá… que ya no soy una niña… –consiguió decir la muchacha entre risas.
-Tienes razón, eres una mujer con todas las de la ley. Ya dejaste atrás, hace un cuarto de hora, la fase de caprichos infantiles que componen la adolescencia. Ahora eres oficialmente una mujer hecha y derecha. Le pido disculpas señora. –dijo su madre con gesto serio.
-Te divierte burlarte de mí, ¿verdad? –enunció mientras se dejaba caer abatida sobre el sofá.
-No sabes cuánto. –respondió Naidel con una sonrisa de oreja a oreja. Se sentó al lado de la joven y quedó allí, junto a ella, dejando que la brisa casi inexistente acariciara cada ángulo de su rostro, y el silencio retornó.
Pasado un rato la mujer volvió a su ser y con gesto serio se dirigió a su hija:
-No voy a permitir que os ocurra nada malo. Tengo trazada una idea para que salgáis ilesos de este asedio. Pero debes prometerme que acatarás todo lo que yo ordene, no quiero que por ningún casual se te ocurra desobedecerme, ¿entendido?
-¿Has dicho… salgáis?
-¡¿ENTENDIDO?! –dijo la mujer con voz inquisitiva.
-Entendido… –respondió la joven cabizbaja.
-Bien… Llevo una semana observando los turnos de guardia de los vigilantes. Éstos  cambian de posición cada media hora, de manera que cada sala debe estar supervisada en todo momento para detectar cualquier movimiento fuera de la normalidad. Son siete las estancias y son siete los guardias que las vigilan. Sin embargo, por la noche, durante tres minutos, el jefe del asedio manda llamar a cada uno de los vigilantes y le entrega el sustento para el día siguiente, además de éstos contarle resumidamente todo lo sucedido en el domicilio. Tu padre predijo algo así e instaló bajo el catre de Jim una trampilla que conduce a un entramado de túneles, que a su vez guían hacia las afueras de la ciudad. Bien, lo que quiero es que esa misma noche tu situación esté con Jim, en sus aposentos. Todo debe ser natural, por lo que le dirás que quieres relatarle un cuento, pero en cuanto el guardia reciba el llamamiento ambos os introduciréis por la trampilla. Recorreréis las galerías subterráneas, y una vez salgáis de ellas buscaréis a los renegados. La fortaleza de los renegados se sitúa en la espesura del Bosque Ewilan, pero serán ellos quienes os encuentren. Decidles que sois hijos de Asterd, tal vez de ese modo os acojan.
-¿Tú no vas a venir? –preguntó la muchacha con los ojos empañados, temiéndose ya lo peor.
-Sabes perfectamente la causa de todo esto, sabes que ellos solo lo hacen para imponer el miedo que mantiene callada a la gente. Su único interés es ver derramada sangre, no les interesa de quién ni por qué, solo se preocupan de sembrar terror. Si yo marchase con vosotros ellos quedarían insatisfechos y, al instante, peinarían la zona concienzudamente hasta dar con nosotros. Pero si yo permanezco aquí al principio se mostrarán molestos, mas finalmente dejarán el problema a un lado y me matarán sólo a mí.
-¡¡¡NO PUEDES HACER ESO!!! –gritó la niña rompiendo a llorar– ¡¡¡TE NECESITO!!! ¡¡¡YA PERDÍ A PAPÁ, NO QUIERO PERDERTE A TI TAMBIÉN!!! –y sin dudarlo se lanzó a los brazos de su madre, para estrecharla fuertemente con el vano intento de no dejarla marchar jamás.
-Lithien… –dijo conmovida la mujer– He confiado en ti y te lo he confesado, porque sé que eres toda una mujer y sabes cómo afrontarlo. No hagas que me arrepienta, por favor.
-Pues parece ser que no soy toda una mujer después de todo. ¡No quiero que mueras!
-Piénsalo, o muero yo o morimos todos. ¿Qué prefieres?
-Dicho así... –la joven quedó inmóvil un rato, inmersa en sus pensamientos. Poco después sentenció– De acuerdo, tú ganas. Pero que equipaje llevaremos a nuestra huída.
-No mucho. El mapa de las galerías subterráneas y este sobre –dijo mientras le hacía entrega de éste–. En él se encuentran todos los ahorros de tu padre y míos. Cuando era general de la marina a ambos nos invadió el miedo de que un día careciésemos de sus ingresos, mas los míos solos no eran suficientes, bien sabes que los impuestos ascienden cada año, y por ello decidimos ahorrar una cuantiosa cantidad de dinero para casos de emergencia, como este, por ejemplo.
-De acuerdo… –susurró Lithien mientras guardaba en su bandolera todo de lo que su madre le había hecho entrega. Y volviendo a abrazarla le susurró al oído– ¿Sabes? Me equivoqué. Eres la persona más valiente a la que he conocido, y siempre lo serás. Ojalá yo pudiese ser como tú en estos momentos… –dijo mientras se separaba con delicadeza de su madre, para dirigirse a su jergón a descansar.
La mujer quedó sonriendo cálidamente mientras veía ir a su hija, y justo antes de que ésta torciera dispuesta a desaparecer, Naidel le dijo:
-Confío plenamente en que cuidaras de Jim hasta que éste madure. Y, por favor, no le cuentes nada de esto hasta no estar bajo la protección de los renegados. No lo entendería.
-Por supuesto –respondió la muchacha girándose para sonreír a su madre en un afán de tranquilizarla– Buenas noches, descansa a gusto.
-Igualmente –la sala quedó vacía y la mujer se dejó caer sobre el sofá, abatida por el peso que la vida había ejercido sobre sus hombros, un peso que no duraría mucho. Al fin podría descansar en paz…