La mañana despertó. Con ella, salieron pues, los rayos del
sol, iluminando delicadamente cada una de las gotas de rocío que el amanecer
había traído consigo, todas ellas resbalaban perezosas por los pétalos de las
petunias multicolores. Los rayos rozaron por equivocación los parpados de una
joven, que lentamente fue abriendo sus ojos del insomnio, para dar paso a un
nuevo día, y tal vez el último… Se estiró como un gato mientras concedía a sus
pupilas un poco de luz y dejó caer abatida el rostro hacia un lado, a la vez
que permitía escapar por su boca un cansado suspiro. Permaneció recostada sobre
la cama unos minutos e instantáneamente se puso en pie de un salto, estiró las
sábanas y abrió los ventanales. En la calle todo marchaba con normalidad, los
carruajes recorrían el empedrado con un ruidoso traqueteo y las personas
transitaban por las avenidas de la ciudad, absueltas en sus pensamientos,
corriendo instintivamente para no perder ningún segundo. Lithien jamás había
comprendido del todo aquella necesidad de las personas por ahorrar tiempo, un
tiempo que jamás acababan de aprovechar y la gran mayoría de las veces se
disolvía en el aire, era inútil. Pronto cerró las portezuelas de la ventana,
para evitar así que el humo de las chimeneas penetrase en la casa, y marchó
rumbo del salón, donde encontró a su madre y a su hermano compartiendo una
agradable conversación intercalada por alguna que otra risa.
-Buenos días Lithien, ¿cuándo pensabas despertarte?
–preguntó su madre con una sonrisa.
-Que conste que a pesar de estar levantada digamos que no
estoy del todo despierta… Creo que me quedan, al menos, dos horas más –enunció
en un bostezo.
-Pues aprovecha y desayuna en cantidad. Hoy va a ser un día
muy ajetreado… –sonrió con tristeza.
-Mamá me lo ha explicado todo –dijo Jim sonriente y con
emoción contenida exclamó– ¡Nos vamos a fugar! ¡Qué emocionante! ¿No?
-¡Jim, por favor! Es una cosa muy seria. ¡No lo tomes todo a
broma! –Respondió Lithien un tanto irritada. – Eres tan infantil como siempre,
nunca cambiarás… –y desvió la mirada hacia la ventana.
-Perdón, yo al menos intento dar un poco de vida a esta casa
MUERTA –enunció el joven enfatizando la última palabra con gesto serio–. Y
ahora, si me disculpáis, me voy a asear un poco –se levantó con brusquedad de
la silla y marchó pasillo adelante hasta perderse de la vista de la mujer. La
cual enseguida viró hacia la muchacha y le insertó una fulminante mirada de
desaprobación.
-Tan ingenuo… –susurró sin apartar la mirada del cristal. –
Tan ingenuo…
-Algunos lo consideran una manera de autodefensa. Al igual
que la locura ésta es otra fórmula para afrontar las dificultades sin recaer en
la desgracia y la depresión. Eres muy dura con él… Cuando crezca podrás
observar con claridad la bondad y la justicia que manan de su corazón. Y será
quizá cuando te des cuenta del aspecto de su interior… Aunque con esa actitud
lo dudo mucho –añadió su madre un tanto desesperada. Y quedó obnubilada en sus
pensamientos, fijando su mirada en el suelo. – Además, si avanzas a través del
sendero de la vida apresuradamente, sin saborear su aroma y fijándote en un
insignificante problema lejano… seguramente no consigas disfrutar de los
hermosos presentes que ella nos otorga cada día. A parte, los asuntos serios no
requieren sobriedad sino positividad. No confundas, nosotros queremos vivir, lo
que tú planteas se basa en sobrevivir, y para eso es mejor la muerte…
–sentenció firmemente.
-Tienes razón… pero me irrita que sea tan bondadoso e
ingenuo. La vida no suele tratar bien a aquellas personas que viajan con la
guardia baja. A ese paso no tardará en recibir muchos golpes dolorosos, y yo…
–estaba temblando violentamente, intentando contener las lágrimas– ¡YO DEBO
PROTEGERLE! –gritó mientras rompía a llorar. – ¡Es mi hermano y no quiero que
jamás le lastimen! Pero yo… yo soy débil… insignificante… y él… tan ingenuo…
–las rodillas temblorosas pronto tocaron tierra, la muchacha se desplomó al
suelo.
Aún manaban las lágrimas de sus cuencas cuando Naidel la
estrechó fuertemente contra su regazo a la vez que le susurraba al oído:
-No debes pensar en ello. No cometas mi mismo error… Estoy
muerta, he firmado mi sentencia por propia voluntad. Y solo ahora que carezco
de tiempo comienzo a comprender la de veces que inútilmente he gastado los
minutos pensando en problemas futuros, que muchas veces no han llegado ni a
suceder. Me he dado cuenta también de que no importa el camino, no importan los
baches que pueda haber, las veces que te caigas, sino lo que importa es
disfrutar del viaje y saborear cada segundo como si fuera el último. Porque da
igual si fallezco con doscientos años, que habrá vivido más el que ha sido
realmente feliz en su existencia, ya que el tiempo disfrutado es el tiempo que
realmente uno ha vivido. –Pausó un momento y prosiguió– Tú eres fuerte, no
dejes que eso cambie. Sé como Jim, disfruta al margen de los problemas, pero sin
olvidaros. Disfruta lo que yo no pude ver… –añadió con mirada risueña– Quiero
que algún día me describas el roce del mar en la arena, el olor de la lluvia
sobre las flores, la sensación de los pies descalzos hundidos en la playa, la
vista de las infinitas praderas verdes… Por favor…
- Ojalá de mayor pueda ser como tú, ojalá pueda comprender
la vida como lo haces tú, ojalá llegue a ser tan fuerte…
-Pues entonces esfuérzate por alcanzar esa meta. Pero sobre
todo… disfruta.
-¡Lo haré! –Enunció secándose las lagrimas, con una manga de
su camisa, y esbozando una gran sonrisa sentenció– Haré de Jim, no un hombre,
sino un gran hombre. Y ambos seremos recordados en la historia de todo Asterd.
Lucharé por la causa, y hasta en el lecho de mi muerte sonreiré.
-Confío en ello. –Le respondió su madre estrechándola con
más fuerza aún, intentando que el tiempo se detuviese y no tuviera que perderla
jamás– ¿Sabes?
-¿Mmm? –Lithien la miró con gesto interrogante.
-Me equivocaba. Ya eres toda una mujer, y confío en que lo
seguirás siendo, Lithien.
-Me parezco a ti –respondió la joven en una sonrisa.
Naidel no pudo soportarlo más y rompió a llorar sobre el
hombro de su hija, anhelando y reprochando un poco más de tiempo.
La tarde transcurrió serena, como las flores que acaricia el
viento al soplar, tranquila, inocente, plácida, indiferente… Dejando paso a una
noche inestable, una noche de tensión.
-Lithien… –la muchacha viró con una melancólica mirada en su
semblante– No pierdas el tiempo.
-Sí, madre… –susurró la joven.
-Te quiero. Sé fuerte y cuídate, por favor… –no pudo evitar
agachar la cabeza en un vano intento de ocultar sus lágrimas.
-Lo sé, y yo también. No llores; no puedes desperdiciar tu
tiempo. Sé feliz, no dejes que te arrebaten nada más. –Lithien esbozó una
sonrisa cálida y sincera, mientras comenzaban a asomar por sus ojos unas
lágrimas cristalinas– Además… que héroe vas a ser para mí si no eres capaz de
sonreír.
-Gracias…
-A ti, gracias por todo mamá… –y salió por la puerta
silenciosamente, sin volver la cabeza, porque sabía que si lo hacía no sería
capaz de marchar– Cuídate…
La puerta se abrió con un incómodo rechinar agudo. Lithien
se secó las lágrimas y miró con una melancólica alegría a su hermano.
-¿Por qué lloras? –le preguntó éste abrazándola
delicadamente.
-No… no lo sé…
-Entonces no podré ayudarte… ni yo ni nadie… –susurró
tristemente– Pero te juro que si algún día descubro al que te ha hecho esto… le
mataré. –sentenció con firmeza. Lithien le miró a los ojos y sonrió; su madre
tenía razón, la apariencia exterior del muchacho daba a entender su inocencia e
ingenuidad, pero su interior… era valiente, fuerte…
-Parece que quien va a proteger a alguien al final vas a ser
tú –dijo la muchacha con sorna.
-¡Claro! –Respondió el joven con una orgullosa sonrisa– Para
algo soy el capitán de este…
-Shhh… –le cortó colocándole un dedo frente a la boca para
acallarle
-¿Qué pasa? –preguntó Jim con un tono más bajo.
-Se acaba de ir… –susurró la joven con una gran sonrisa.
-¿QUIÉN? –exclamó silenciosamente sin comprender nada de lo
que sucedía. Lithien le insertó una inmensa mirada de incredulidad.
-¿Seguro que escuchaste bien el plan? –le preguntó mientras
abría una trampilla de debajo del catre.
-Bueno… la verdad es que… me puse a divagar nada más decir
mamá lo de fugarnos… y al parecer no presté mucha atención… –dijo mientras
agachaba la cabeza en gesto de culpabilidad.
-Si salimos de ésta juro que te mato –enunció Lithien un
tanto irritada–. Pero ahora metete en la trampilla antes de que te estrangule.
-A sus órdenes…
-¡Rápido! –exclamó fulminándole con la mirada, a la vez que colocaba
las almohadas para sugerir que ambos dormían plácidamente.
Enseguida la joven penetró por la abertura, selló con un candado
su entrada y cerró el puño agarrando fuertemente el dragón de su colgante “Danos
tiempo, por favor, te lo suplico…” Y una lágrima acarició su mejilla sonrosada.
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