martes, 3 de junio de 2014

CAPÍTULO 13º

La mujer, sin pensárselo ni un momento, marchó tras el muchacho para consolarlo. Mas en la estancia volvió a reinar aquel silencio, solo que ahora el vacío era mayor, mucho mayor. La joven que allí quedó se retorcía las manos inquieta como el criminal que es consciente de su delito pero lo niega gritándolo a voces, en busca de ayuda, en busca de alguien a quien sujetarse para no caer en el pozo de la desesperación. Aunque la verdad es que su mente permaneció pensando en todo y nada a la vez, en lo hecho y lo que hay que hacer, en el tiempo ganado y el que está por perder… Mientras que unos pasos la sobresaltaron, sacándola de su estado de reflexión. Lithien sabía perfectamente lo que había hecho, estaba preparada para lo que sucediese y se atendría a las consecuencias.
-Lo siento… –dijo en un susurro.
-¿Por qué lo hiciste Lithien? ¿Qué pretendías?
-¿Qué por qué lo hacía…? –dijo incrédula mientras alzaba la cabeza para, posteriormente, insertar su mirada en la de su madre– Lo hice porque me enerva que no reacciones, parece como si nada te importase, nada de lo que es realmente grave claro… ¡PAPÁ ESTÁ MUERTO! –declaró con un grito desgarrador– Deberías decir algo, responder a lo que está sucediendo. Actúas como si no te importase, como si no le quisieses y nunca lo hubieses hecho. Es increíble… Tengo la impresión que esto solo nos ha afectado a Jim y a mí… Más la que debería preguntar por qué soy yo… Di madre, ¿por qué no te aflige? ¿Por qué actúas como si nada hubiese sucedido?
-Ahora entiendo… –reflexionó la mujer con gesto meditativo– La verdad es que siempre amé a tu padre y jamás lo dejaré de querer, a pesar de su muerte siempre ocupará un importante lugar en mi corazón. Pero ahora necesito proteger algo mayor, algo más importante, y no puedo permitirme el lujo de sufrir, no mientras corráis peligro. Intento convencerme de que nada esto ha sucedido realmente, supongo que para alejar de mi mente los pensamientos que me hieren. Hay mañanas que incluso me despierto habiendo olvidado todo, pensando que todo es como antes y que esto solo ha sido otro mal sueño, que entraré en el salón y encontraré allí a tu padre, junto con vosotros, discutiendo tal vez por temas insignificantes –los ojos le Naidel se iluminaron por un momento, pero enseguida una fuerte melancolía se apoderó de ellos– Y, sin embargo, cada vez se me hace más difícil olvidar e incluso cuando llega la noche, en ocasiones, no soy capaz de conciliar el sueño, atormentada por las pesadillas que recrean mi realidad. Y me pregunto si de verdad merece la pena. Pero no puedo evitar cuestionarme… ¿Qué sería de vosotros si yo me hundiera en la desesperación? ¿Quién se encargaría de vuestra protección? Y es entonces cuando me doy cuenta de que no puedo permitirme ni la más mínima vacilación… No quiero perderlo todo, debo proteger lo que todavía me queda con mi vida.
-Madre… –dijo conmovida la joven– No sabía nada de eso… No debería haberte juzgado de esa manera, sin saber lo que de verdad sucedía. Supongo que la única que está perdida aquí soy yo… que no sé cómo reaccionar y me protejo atacando a inocentes… –la voz le tembló, mientras alzaba dubitativa la cabeza, dejando así entrever unas lágrimas cristalinas que resbalaban por sus mejillas– ¡¿Me estoy volviendo loca acaso?! –y se lanzó a los brazos de su madre sin importarle que ésta supiese de su llanto.
-Supongo que todos los humanos guardamos en nuestro interior un poco de locura –enunció la mujer esbozando a su vez una cálida sonrisa–. ¿Qué es, sino la falta de cordura, la que nos lleva a perseguir quimeras inalcanzables? Pero deberías preguntarte también… ¿Qué razón de existir tiene un ser humano si no posee la ambición de realizar algún sueño? Con lo que concluyo que por supuesto existe la locura en cada hombre que ansíe de vivir, y que no es mala si se alberga en su justa medida. Claro que si se contiene demasiada los resultados son catastróficos… Por lo que deberías reflexionar… ¿eres un ser racional o un psicópata sin remedio? –declaró su madre sin poder contener la risa.
-¡No bromees! –dijo la joven con un enfado mal disimulado.
-Entonces intentas ocultar tu verdadero ser maléfico... –dijo su madre mientras componía una misteriosa sonrisa, para inmediatamente comenzar a hacer cosquillas a la joven, que se convulsionó intentando suavizar el efecto de éstas sobre ella. Pero cualquier intento de resistirse era peor aún, y pronto rompió a reír junto a Naidel– No tardaras mucho en rendirte criminal.
-Mamá… que ya no soy una niña… –consiguió decir la muchacha entre risas.
-Tienes razón, eres una mujer con todas las de la ley. Ya dejaste atrás, hace un cuarto de hora, la fase de caprichos infantiles que componen la adolescencia. Ahora eres oficialmente una mujer hecha y derecha. Le pido disculpas señora. –dijo su madre con gesto serio.
-Te divierte burlarte de mí, ¿verdad? –enunció mientras se dejaba caer abatida sobre el sofá.
-No sabes cuánto. –respondió Naidel con una sonrisa de oreja a oreja. Se sentó al lado de la joven y quedó allí, junto a ella, dejando que la brisa casi inexistente acariciara cada ángulo de su rostro, y el silencio retornó.
Pasado un rato la mujer volvió a su ser y con gesto serio se dirigió a su hija:
-No voy a permitir que os ocurra nada malo. Tengo trazada una idea para que salgáis ilesos de este asedio. Pero debes prometerme que acatarás todo lo que yo ordene, no quiero que por ningún casual se te ocurra desobedecerme, ¿entendido?
-¿Has dicho… salgáis?
-¡¿ENTENDIDO?! –dijo la mujer con voz inquisitiva.
-Entendido… –respondió la joven cabizbaja.
-Bien… Llevo una semana observando los turnos de guardia de los vigilantes. Éstos  cambian de posición cada media hora, de manera que cada sala debe estar supervisada en todo momento para detectar cualquier movimiento fuera de la normalidad. Son siete las estancias y son siete los guardias que las vigilan. Sin embargo, por la noche, durante tres minutos, el jefe del asedio manda llamar a cada uno de los vigilantes y le entrega el sustento para el día siguiente, además de éstos contarle resumidamente todo lo sucedido en el domicilio. Tu padre predijo algo así e instaló bajo el catre de Jim una trampilla que conduce a un entramado de túneles, que a su vez guían hacia las afueras de la ciudad. Bien, lo que quiero es que esa misma noche tu situación esté con Jim, en sus aposentos. Todo debe ser natural, por lo que le dirás que quieres relatarle un cuento, pero en cuanto el guardia reciba el llamamiento ambos os introduciréis por la trampilla. Recorreréis las galerías subterráneas, y una vez salgáis de ellas buscaréis a los renegados. La fortaleza de los renegados se sitúa en la espesura del Bosque Ewilan, pero serán ellos quienes os encuentren. Decidles que sois hijos de Asterd, tal vez de ese modo os acojan.
-¿Tú no vas a venir? –preguntó la muchacha con los ojos empañados, temiéndose ya lo peor.
-Sabes perfectamente la causa de todo esto, sabes que ellos solo lo hacen para imponer el miedo que mantiene callada a la gente. Su único interés es ver derramada sangre, no les interesa de quién ni por qué, solo se preocupan de sembrar terror. Si yo marchase con vosotros ellos quedarían insatisfechos y, al instante, peinarían la zona concienzudamente hasta dar con nosotros. Pero si yo permanezco aquí al principio se mostrarán molestos, mas finalmente dejarán el problema a un lado y me matarán sólo a mí.
-¡¡¡NO PUEDES HACER ESO!!! –gritó la niña rompiendo a llorar– ¡¡¡TE NECESITO!!! ¡¡¡YA PERDÍ A PAPÁ, NO QUIERO PERDERTE A TI TAMBIÉN!!! –y sin dudarlo se lanzó a los brazos de su madre, para estrecharla fuertemente con el vano intento de no dejarla marchar jamás.
-Lithien… –dijo conmovida la mujer– He confiado en ti y te lo he confesado, porque sé que eres toda una mujer y sabes cómo afrontarlo. No hagas que me arrepienta, por favor.
-Pues parece ser que no soy toda una mujer después de todo. ¡No quiero que mueras!
-Piénsalo, o muero yo o morimos todos. ¿Qué prefieres?
-Dicho así... –la joven quedó inmóvil un rato, inmersa en sus pensamientos. Poco después sentenció– De acuerdo, tú ganas. Pero que equipaje llevaremos a nuestra huída.
-No mucho. El mapa de las galerías subterráneas y este sobre –dijo mientras le hacía entrega de éste–. En él se encuentran todos los ahorros de tu padre y míos. Cuando era general de la marina a ambos nos invadió el miedo de que un día careciésemos de sus ingresos, mas los míos solos no eran suficientes, bien sabes que los impuestos ascienden cada año, y por ello decidimos ahorrar una cuantiosa cantidad de dinero para casos de emergencia, como este, por ejemplo.
-De acuerdo… –susurró Lithien mientras guardaba en su bandolera todo de lo que su madre le había hecho entrega. Y volviendo a abrazarla le susurró al oído– ¿Sabes? Me equivoqué. Eres la persona más valiente a la que he conocido, y siempre lo serás. Ojalá yo pudiese ser como tú en estos momentos… –dijo mientras se separaba con delicadeza de su madre, para dirigirse a su jergón a descansar.
La mujer quedó sonriendo cálidamente mientras veía ir a su hija, y justo antes de que ésta torciera dispuesta a desaparecer, Naidel le dijo:
-Confío plenamente en que cuidaras de Jim hasta que éste madure. Y, por favor, no le cuentes nada de esto hasta no estar bajo la protección de los renegados. No lo entendería.
-Por supuesto –respondió la muchacha girándose para sonreír a su madre en un afán de tranquilizarla– Buenas noches, descansa a gusto.
-Igualmente –la sala quedó vacía y la mujer se dejó caer sobre el sofá, abatida por el peso que la vida había ejercido sobre sus hombros, un peso que no duraría mucho. Al fin podría descansar en paz…

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