La mujer, sin pensárselo ni un momento, marchó tras el
muchacho para consolarlo. Mas en la estancia volvió a reinar aquel silencio,
solo que ahora el vacío era mayor, mucho mayor. La joven que allí quedó se
retorcía las manos inquieta como el criminal que es consciente de su delito
pero lo niega gritándolo a voces, en busca de ayuda, en busca de alguien a
quien sujetarse para no caer en el pozo de la desesperación. Aunque la verdad
es que su mente permaneció pensando en todo y nada a la vez, en lo hecho y lo
que hay que hacer, en el tiempo ganado y el que está por perder… Mientras que
unos pasos la sobresaltaron, sacándola de su estado de reflexión. Lithien sabía
perfectamente lo que había hecho, estaba preparada para lo que sucediese y se
atendría a las consecuencias.
-Lo siento… –dijo en un susurro.
-¿Por qué lo hiciste Lithien? ¿Qué pretendías?
-¿Qué por qué lo hacía…? –dijo incrédula mientras alzaba la
cabeza para, posteriormente, insertar su mirada en la de su madre– Lo hice
porque me enerva que no reacciones, parece como si nada te importase, nada de
lo que es realmente grave claro… ¡PAPÁ ESTÁ MUERTO! –declaró con un grito
desgarrador– Deberías decir algo, responder a lo que está sucediendo. Actúas
como si no te importase, como si no le quisieses y nunca lo hubieses hecho. Es
increíble… Tengo la impresión que esto solo nos ha afectado a Jim y a mí… Más
la que debería preguntar por qué soy yo… Di madre, ¿por qué no te aflige? ¿Por
qué actúas como si nada hubiese sucedido?
-Ahora entiendo… –reflexionó la mujer con gesto meditativo–
La verdad es que siempre amé a tu padre y jamás lo dejaré de querer, a pesar de
su muerte siempre ocupará un importante lugar en mi corazón. Pero ahora
necesito proteger algo mayor, algo más importante, y no puedo permitirme el
lujo de sufrir, no mientras corráis peligro. Intento convencerme de que nada
esto ha sucedido realmente, supongo que para alejar de mi mente los
pensamientos que me hieren. Hay mañanas que incluso me despierto habiendo
olvidado todo, pensando que todo es como antes y que esto solo ha sido otro mal
sueño, que entraré en el salón y encontraré allí a tu padre, junto con
vosotros, discutiendo tal vez por temas insignificantes –los ojos le Naidel se
iluminaron por un momento, pero enseguida una fuerte melancolía se apoderó de
ellos– Y, sin embargo, cada vez se me hace más difícil olvidar e incluso cuando
llega la noche, en ocasiones, no soy capaz de conciliar el sueño, atormentada
por las pesadillas que recrean mi realidad. Y me pregunto si de verdad merece
la pena. Pero no puedo evitar cuestionarme… ¿Qué sería de vosotros si yo me
hundiera en la desesperación? ¿Quién se encargaría de vuestra protección? Y es
entonces cuando me doy cuenta de que no puedo permitirme ni la más mínima
vacilación… No quiero perderlo todo, debo proteger lo que todavía me queda con
mi vida.
-Madre… –dijo conmovida la joven– No sabía nada de eso… No
debería haberte juzgado de esa manera, sin saber lo que de verdad sucedía.
Supongo que la única que está perdida aquí soy yo… que no sé cómo reaccionar y
me protejo atacando a inocentes… –la voz le tembló, mientras alzaba dubitativa
la cabeza, dejando así entrever unas lágrimas cristalinas que resbalaban por
sus mejillas– ¡¿Me estoy volviendo loca acaso?! –y se lanzó a los brazos de su
madre sin importarle que ésta supiese de su llanto.
-Supongo que todos los humanos guardamos en nuestro interior
un poco de locura –enunció la mujer esbozando a su vez una cálida sonrisa–.
¿Qué es, sino la falta de cordura, la que nos lleva a perseguir quimeras
inalcanzables? Pero deberías preguntarte también… ¿Qué razón de existir tiene
un ser humano si no posee la ambición de realizar algún sueño? Con lo que
concluyo que por supuesto existe la locura en cada hombre que ansíe de vivir, y
que no es mala si se alberga en su justa medida. Claro que si se contiene
demasiada los resultados son catastróficos… Por lo que deberías reflexionar…
¿eres un ser racional o un psicópata sin remedio? –declaró su madre sin poder
contener la risa.
-¡No bromees! –dijo la joven con un enfado mal disimulado.
-Entonces intentas ocultar tu verdadero ser maléfico...
–dijo su madre mientras componía una misteriosa sonrisa, para inmediatamente
comenzar a hacer cosquillas a la joven, que se convulsionó intentando suavizar el
efecto de éstas sobre ella. Pero cualquier intento de resistirse era peor aún,
y pronto rompió a reír junto a Naidel– No tardaras mucho en rendirte criminal.
-Mamá… que ya no soy una niña… –consiguió decir la muchacha
entre risas.
-Tienes razón, eres una mujer con todas las de la ley. Ya
dejaste atrás, hace un cuarto de hora, la fase de caprichos infantiles que
componen la adolescencia. Ahora eres oficialmente una mujer hecha y derecha. Le
pido disculpas señora. –dijo su madre con gesto serio.
-Te divierte burlarte de mí, ¿verdad? –enunció mientras se
dejaba caer abatida sobre el sofá.
-No sabes cuánto. –respondió Naidel con una sonrisa de oreja
a oreja. Se sentó al lado de la joven y quedó allí, junto a ella, dejando que
la brisa casi inexistente acariciara cada ángulo de su rostro, y el silencio
retornó.
Pasado un rato la mujer volvió a su ser y con gesto serio se
dirigió a su hija:
-No voy a permitir que os ocurra nada malo. Tengo trazada
una idea para que salgáis ilesos de este asedio. Pero debes prometerme que
acatarás todo lo que yo ordene, no quiero que por ningún casual se te ocurra
desobedecerme, ¿entendido?
-¿Has dicho… salgáis?
-¡¿ENTENDIDO?! –dijo la mujer con voz inquisitiva.
-Entendido… –respondió la joven cabizbaja.
-Bien… Llevo una semana observando los turnos de guardia de
los vigilantes. Éstos cambian de
posición cada media hora, de manera que cada sala debe estar supervisada en
todo momento para detectar cualquier movimiento fuera de la normalidad. Son
siete las estancias y son siete los guardias que las vigilan. Sin embargo, por
la noche, durante tres minutos, el jefe del asedio manda llamar a cada uno de
los vigilantes y le entrega el sustento para el día siguiente, además de éstos
contarle resumidamente todo lo sucedido en el domicilio. Tu padre predijo algo
así e instaló bajo el catre de Jim una trampilla que conduce a un entramado de
túneles, que a su vez guían hacia las afueras de la ciudad. Bien, lo que quiero
es que esa misma noche tu situación esté con Jim, en sus aposentos. Todo debe
ser natural, por lo que le dirás que quieres relatarle un cuento, pero en
cuanto el guardia reciba el llamamiento ambos os introduciréis por la
trampilla. Recorreréis las galerías subterráneas, y una vez salgáis de ellas
buscaréis a los renegados. La fortaleza de los renegados se sitúa en la
espesura del Bosque Ewilan, pero serán ellos quienes os encuentren. Decidles
que sois hijos de Asterd, tal vez de ese modo os acojan.
-¿Tú no vas a venir? –preguntó la muchacha con los ojos
empañados, temiéndose ya lo peor.
-Sabes perfectamente la causa de todo esto, sabes que ellos
solo lo hacen para imponer el miedo que mantiene callada a la gente. Su único
interés es ver derramada sangre, no les interesa de quién ni por qué, solo se
preocupan de sembrar terror. Si yo marchase con vosotros ellos quedarían
insatisfechos y, al instante, peinarían la zona concienzudamente hasta dar con
nosotros. Pero si yo permanezco aquí al principio se mostrarán molestos, mas
finalmente dejarán el problema a un lado y me matarán sólo a mí.
-¡¡¡NO PUEDES HACER ESO!!! –gritó la niña rompiendo a
llorar– ¡¡¡TE NECESITO!!! ¡¡¡YA PERDÍ A PAPÁ, NO QUIERO PERDERTE A TI
TAMBIÉN!!! –y sin dudarlo se lanzó a los brazos de su madre, para estrecharla
fuertemente con el vano intento de no dejarla marchar jamás.
-Lithien… –dijo conmovida la mujer– He confiado en ti y te
lo he confesado, porque sé que eres toda una mujer y sabes cómo afrontarlo. No
hagas que me arrepienta, por favor.
-Pues parece ser que no soy toda una mujer después de todo.
¡No quiero que mueras!
-Piénsalo, o muero yo o morimos todos. ¿Qué prefieres?
-Dicho así... –la joven quedó inmóvil un rato, inmersa en
sus pensamientos. Poco después sentenció– De acuerdo, tú ganas. Pero que
equipaje llevaremos a nuestra huída.
-No mucho. El mapa de las galerías subterráneas y este sobre
–dijo mientras le hacía entrega de éste–. En él se encuentran todos los ahorros
de tu padre y míos. Cuando era general de la marina a ambos nos invadió el
miedo de que un día careciésemos de sus ingresos, mas los míos solos no eran
suficientes, bien sabes que los impuestos ascienden cada año, y por ello
decidimos ahorrar una cuantiosa cantidad de dinero para casos de emergencia,
como este, por ejemplo.
-De acuerdo… –susurró Lithien mientras guardaba en su
bandolera todo de lo que su madre le había hecho entrega. Y volviendo a
abrazarla le susurró al oído– ¿Sabes? Me equivoqué. Eres la persona más
valiente a la que he conocido, y siempre lo serás. Ojalá yo pudiese ser como tú
en estos momentos… –dijo mientras se separaba con delicadeza de su madre, para
dirigirse a su jergón a descansar.
La mujer quedó sonriendo cálidamente mientras veía ir a su
hija, y justo antes de que ésta torciera dispuesta a desaparecer, Naidel le
dijo:
-Confío plenamente en que cuidaras de Jim hasta que éste
madure. Y, por favor, no le cuentes nada de esto hasta no estar bajo la
protección de los renegados. No lo entendería.
-Por supuesto –respondió la muchacha girándose para sonreír
a su madre en un afán de tranquilizarla– Buenas noches, descansa a gusto.
-Igualmente –la sala quedó vacía y la mujer se dejó caer
sobre el sofá, abatida por el peso que la vida había ejercido sobre sus hombros,
un peso que no duraría mucho. Al fin podría descansar en paz…
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